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domingo, 29 de agosto de 2010

254- El "Efecto Ángela" (o con Miquel y su padre, a la búsqueda de un bombín en Buenos Aires)

Isidro Salzman, mi profesor de Literatura en el
Taller de la Universidad Maimónides, dice que la literatura trascendente surge del dolor y la tragedia y que escribir banalidades no suma demasiado, pero para mí es fundamental rescatar los buenos momentos porque así, repasándolos, junto coraje para hacer frente a las tormentas, que, como la de Santa Rosa en estos días, nunca se sabe en qué momento preciso llegarán. Por eso, para volver a disfrutarla, voy a hablar en esta crónica de mi última semana en esta primavera antes de tiempo que nos regalara, inesperadamente, la ciudad.

Aquellos que me leen hace mucho recordarán a “la Adelantada”. Hija de uno de mis cuatro primos hermanos cuyo nombre es Miguel, como nuestro común abuelo y como el Arcángel que venciera a Satanás.

La llamé “Adelantada” porque fue la primera en animarse a venir al Río de la Plata y la primera en “conquistar” los corazones de toda su familia de Argentina.

Ángela es simpática y cálida, con un gracejo y un donaire lleno de giros y expresiones graciosísimos de tono positivo (“¡Qué gozada!”, “¿A que es majo…?”, “¡Mira, mira qué … que tengo…!”, “¡Qué bonitoooo!”, son algunas de sus frases emblemáticas). Y, aunque a veces sufre y se pone triste como cualquier mortal, tiene el mérito -que, modestamente, compartimos- de volver a levantarse para pelearle a la vida con todo, procurando llegar al mejor puerto posible y conservando un poco de
ilusión y de alegría.

Ángela, mallorquina pero con alma de ciudadana del mundo, residente en Madrid, está casada con Jorge, un muchacho cubano enamorado de las artes y diseñado por la Madre Naturaleza para obrar como doble de
Antonio Banderas, y han sido padres de un niño “de colores” (los colores de las muchas tierras que componen su familia), que ya tiene cinco meses. Miguel o Miquel, al que, para variar un poco en esto de la originalidad mallorquina en los bautizos, le han agregado un
segundo apelativo (Jeremías), que en mallorquín refiere a un instrumento de viento parecido a la gaita. O sea que mi sobrino nieto ha sido pensado, desde la cunita, multicolor, como conté en otra crónica, valiente como San Miguel Arcángel y alegre, como la música de las xeremíes. Y al respecto, permítanme, amigos, sostener la teoría de que Miquel Xeremíes (o Miguel Jeremías) tiene que haber intuido en el vientre de su madre, que debería hacerse cargo de ser hijo de tan singulares progenitores, no lo duden, y ya esgrimiré razones para demostrar mi teoría.

Es que el “Efecto Ángela”, que conociéramos en Buenos Aires, 2007 y en Madrid y Mallorca en 2008, se experimenta desde el mismo momento en que esta muchacha pisa el aeropuerto de una ciudad. La precede su sonrisa (Ángela sonríe con la boca y con los ojos a pesar del evidente cansancio de un larguísimo viaje con un bebé pequeñito). Y la sigue la sonrisa de Jorge, que con su acento cubano-madrileño y con su cálida forma de ser preanuncian una semana muy especial. También Miguel sonríe (no puedo creer que después de catorce horas esa criatura tenga ganas de sonreírle a alguien) y comenzamos una semana de paseos, encuentros familiares, risas, anecdotarios infinitos, evocaciones y también futuros. Cada hora es diferente pero plena. Ángela nos enseña a disfrutar de todo: una comida, una canción o un beso. Y él la sigue, enamorado, como si supiera que su madre es sabia. Ángela amamanta a su niño con tranquilidad pasmosa y sea donde fuere (catamarán, tren o sulky palermitano), enterneciendo con su imagen a todos los porteños que observan esa diáda tan especial. Y no deja de sonreir pese al cansancio, apreciando cada minuto, cada flor, cada paisaje.

Los días vuelan. Pero cada mañana mi cocina estalla en risas y las gracias de Miguel nos renuevan a cada paso. Ahora, el Bus Turístico, después, el Tigre, Palermo, La Boca o Recoleta y hasta la librería el Ateneo Gran Splendid ven pasar a estos jóvenes junto al pequeño Miguel y a quien esto escribe, ya añorándolos.

Dije antes que ese bebé debía saber lo que le tocaría en suerte y nació adaptado. Sus padres lo alzan, lo bajan, lo cambian , descambian y amamantan en pleno paseo fuere donde fuere y el bebé se deshace en sonrisas y gorgoritos. Hasta se ha hecho cómplice de un deseo de su papá, entrando con donaire a cuanta sombrerería hay en mi ciudad en pos de un bombín igualito al de Sabina con el que Jorge quiere partir de la Reina del Plata y se ha dado el lujo de “dialogar” con mi madre en un momento de esos que hay que tratar de guardar en la retina y en el corazón.

Es el “Efecto Ángela”, sublimado ahora por "Banderas" y el pequeño Miguel, a no dudarlo, que abarca a cuantos a ellos se aproximan, convirtiendo en fiesta cada instante.

Mercedes y Fernando se muestran fascinados con estos primos mucho más jóvenes que sus padres pero con la adolescencia ya superada y cada sobremesa es un aprendizaje sin fronteras. Jorge y Fernando tocan la guitarra y comparten visiones del mundo a su manera. Mercedes y su prima transitan Preciados y El Corte Inglés y sueñan con encuentros europeos. A veces se suma a nosotros Natalia, una Cobas argentina también encantadora y otras, sus padres, mis primos argentinos. Hasta mi vecina Graciela y ¡mi cuñada!, Silvia han obrado de Reyes Magos con el pequeño Miguel. La cortesía rioplatense ha dado muestras de perdurar, sin duda, pese a los tiempos egoístas que parecen dominar a gran parte de la humanidad. En cuanto a mi Robert y a mí, nos encantó este ensayo de "abuelidad" por una semana. Fue lindísimo.

Mi primo Miguel, el padre de Ángela, dice (sabiamente) que las visitas nos procuran alegría doble siempre (una cuando llegan y una segunda en el momento de partir). Reconozco que los siete días bajo el influjo de la Adelantada y su familia han sido muy agitados y que un poco de serenidad y calma no me ha venido mal luego de tanto ajetreo pero toda la familia despierta desde la partida con el deseo de que algún movimiento telúrico disminuya las distancias o que el pequeño y sus padres decidan cambiar Madrid por Buenos Aires como lugar de residencia. Todos sentimos que si viviéramos cerquita la vida sería, a no dudarlo, más hermosa bajo el sortilegio de Ángela, Jorge y el pequeñito de colores.

Cati Cobas


jueves, 24 de junio de 2010

250-El silencio (Caticrónica mundialista)


Puede ser casi el mediodía o, quizás, las primeras horas de la tarde. Hoy juega la Selección. Si es jornada de trabajo, en gran parte de las oficinas o comercios la gente se congrega en torno al televisor que alguien trajo para no perderse el partido. Los rezagados corren para llegar a la “picada” con amigos, al bar de las cinco esquinas, a mirar la tele con “la patrona” y los pibes. Cualquier sitio es bueno para dar rienda suelta al espíritu gregario que nos acomete en estos días. Es que solos se nos hace mucho más difícil correr espiritualmente a la vera de Messi en pos del triunfo

Alguno piensan: “El fútbol es negocio”, “Sebrelli tiene razón: el Ché, Evita, Gardel y Maradona, estos mitos nacionales, son una creación deleznable, que nos hace mal a todos”, “A mí no me emociona”.

Comienza el Himno y la celeste y blanca ondea por todas partes allá, en Sudáfrica, y acá , en los taxis, los balcones, las camisetas de los pibes y los abrigos de los perros y son muy pocos los que siguen disgustados, los que se avergüenzan de esa manera de ser argentinos. La mayoría nos olvidamos de todo. De las salidas groseras del Diez, de sus dificultades y defectos. Y hasta Bilardo nos parece igualito a Belmondo, lo que ya es mucho decir, amigos…

El silencio se instala en la ciudad. Un silencio pesado, con el rumor de fondo de nuestros miedos y alegrías. Cada oportunidad de gol hace brotar una ola que desborda la quietud hecha ilusión. Con cada falla resuena el eco de un ¡uh! que sube, como plegaria sorda, imprecando por un gol. Uno, aunque sea, que dé alivio a las tensiones, que nos permita soñar con el festejo.
Y el silencio estalla de pronto en grito. Uno que resuena en toda la ciudad y en todo el país. Un grito estúpido para los seguidores de Sebrelli pero pleno de felicidad para la gente simple que se emociona siguiendo a su divisa. Hasta el chino del supermercado de la esquina ha salido a la vereda agitando nuestra enseña, y rompe el silencio con un grito de gol que envidiaría Víctor Hugo.

Nos abrazamos al que tenemos cerca. No importa si un rato antes discutimos por pavadas. La Argentina hizo un gol, y eso nos hace ser más buenos, más humanos.

El partido continúa y el silencio se vuelve temeroso de la respuesta adversaria. Pero ganamos. Y el silencio se hace salto, bocinazo, agite de banderas, comunión por un rato. Alegría.
Sabemos que es una alegría fugaz, que pronto estaremos de nuevo sumergidos en luchas y problemas como en todas partes de este mundo, pero ese silencio convertido en gol seguirá resonando en nuestros corazones con el sabor dulce de la esperanza renovada.

Cati Cobas

sábado, 22 de mayo de 2010

247- Palpitando el Bicentenario


“Pero me encanta ser argentino,
viviendo en Vigo, Roma o Berlín.
Puedo ser pobre, nunca un mendigo,
soy argentino hasta morir.”

“Argentinos.” Letra y música: Ignacio Copani

La Argentina se prepara con entusiasmo para los festejos del Bicentenario. Como siempre les digo a mis primos españoles, “celebraremos los doscientos años de habernos declarado ¿libres? de ustedes”. A lo que Sebastià, mallorquín a ultranza, responde “de “nosotros” no”. Es que en todas partes…

Una fiebre celeste y blanca cubre el territorio y por doquier se ven brotar escenarios para los festejos. Y una, si bien sabe que de “libres” poco, no puede dejar de sentirse embargada de “argentinidad”, de sentimientos patrióticos porque como va a decir Don Ángel Avakian, en la celebración que haremos en el lugar en que mamá está internada:

"Patria es la tierra donde se ha sufrido,
Patria es la tierra donde se ha soñado,
Patria es la tierra donde se ha luchado,
Patria es la tierra donde se ha vencido."

¡Y miren que los argentinos sabemos de los tres primeros participios! Desde que tengo uso de razón hemos soñado, luchado y sufrido. Falta vencer, pero, ahora que somos un referente para la economía griega, todavía podemos tener alguna esperanza, de modo que nos sentimos con derecho a celebrar, ¡qué tanto!

Así que ahí andamos, con las escarapelas en las solapas; las banderas, en las antenas de los coches; las ciudades, engalanándose; los artistas, afinando voces y todos “abuenados“, como decía Armando, un contratista chaqueño que emulaba a Sócrates y a Platón pero en tono de sapucay. Bueno, todos no… hay algunas chispas entre la Presidenta y el Gobernador de la Ciudad de Buenos Aires por causa de unas acusaciones que el segundo hiciera al ex presidente argentino y esposo de nuestra mandataria, pero prefiero soñar que, por unos días, éstas se apagarán en pos de un bien mayor, que, nobleza obliga, Mauricio pedirá disculpas de formal manera y Cristina las aceptará elegantemente y el día de la inauguración del teatro Colón seremos todos una “familia unita” y nadie “angarrará el mantel por el aire” como decía Don Carmelo Campanelli, en la tele, años ha.

Volviendo a más gratas cuestiones, como siempre, donde más se nota el Bicentenario es en las cocinas. Las fábricas de “tapas” de empanadas y pastelitos no dan abasto y se van palpitando unos asados memorables aunque la carne esté cara. Hasta la peor cocinera está pensando en un locro sencillito o una carbonada de antología, como para festejar los acontecimientos de manera digna y, sobre todo, suculenta, que por aquí comienza el frío y no es cuestión de que nos agarre con la panza haciendo ruido.

La 9 de julio está que estrila desde hace ya varias semanas con la construcción del Paseo del Bicentenario, con los stands correspondientes a las veintitrés provincias y la Ciudad de Buenos Aires, sumados a uno dedicado al “millón y medio de argentinos radicados en el exterior, que tienen su espacio en la denominada "Provincia 25", así como a stands de las colectividades española, italiana y francesa, entre otras, que formaron parte de la fuerte corriente inmigratoria que nutrió al país entre fines del siglo XIX y comienzos del XX.”

Y anoche…anoche comenzamos con una verdadera multitud en un concierto al aire libre que celebraba los cuarenta años del rock nacional, con la presencia de Fito Páez, León Gieco y Luis Alberto Spinetta, entre otros artistas y bandas donde , por descontado, estuvo mi querido Ignacio Copani, cantando como correspondía…

Pero esto recién comienza…

Nos esperan el tango, el folklore nacional, la música latinoamericana y artistas plásticos como Seguí o León Ferrari, para engalanar los pórticos del Paseo.

Y como si todo esto fuera poco, más de dos mil artistas participarán del "Desfile de Mayo", que a través de representaciones teatrales recorrerá los 200 años de historia argentina.

Para el acto central del martes se espera la asistencia de los presidentes de Bolivia, Evo Morales; de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva; de Chile, Sebastián Piñera; de Ecuador, Rafael Correa; de Paraguay, Fernando Lugo; de Uruguay, José Mújica; y de Venezuela, Hugo Chávez. En cuanto a la ciudad propiamente dicha, se reinaugurará el teatro Colón, comparable a los grandes teatros del mundo, remozado y puesto a punto, con otra fiesta que promete “grandes sorpresas”.

Como verán los lectores, estos próximos cuatro días serán inolvidables.
En cuanto a mi propia vida, he decidido vivir esta celebración con todo. Tener mi Bicentenario propio. Esta tarde nos reencontramos con las chicas de la 17 del 8°, con mis compañeras de primaria, a las que no veo desde el Sesquicentenario, en el que cantamos en el Teatro Colón, precisamente, de la mano de la señorita Russo. Y como si esto fuera poco…

El próximo viernes celebraremos el Bicentenario de la Patria (unida al aniversario de la Independencia de Armenia, de donde vienen muchos de ellos), con los compañeros de mamá. Ya hace un mes que estamos abocados a confeccionar escarapelas, centros de mesa y a organizar un acto…un acto que espero sea maravilloso. Lo haremos a la usanza de los actos que se realizaban en la escuela pública cuando los habitantes de la Casa de Descanso asistían a ella de guardapolvo blanco, guantes y escarapela en aquellos inviernos crudelísimos de comienzos del Siglo XX.

Ahora los dejo…me voy a poner los bigudíes porque quiero que el Bicentenario me encuentre im-pe-ca-ble, como merece. Pronto les regalaré una crónica en la que se enterarán si los sufrimientos sueños y luchas para celebrar a la Patria se concretaron en una victoriosa fiesta de encuentro y orgullo nacional.

Cati Cobas


domingo, 11 de abril de 2010

245- Palermo "Soho"

“…Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga…”

*Jorge Luis Borges- “Fundación Mítica de Buenos Aires”


El cielo, endomingado de sol y azul, vuelca, sobre las sombrillas rojas de las confiterías frente a la Placita Serrano, una luz de otoño casi tan rabiosa como la del verano que despedimos hace poco. Pero a Jorge, mi marido, no le gusta sentarse a la intemperie. Almorzamos tras los vidrios de un local posmodernista con la decoración en bancarrota y del otro lado se suceden personas y personajes variopintos. Mercaderes que comienzan a ordenar sus puestos callejeros, parejas jóvenes tomadas de la mano, un dúo de metaleros vestidos en el mismo tono de la piel del vendedor africano. El mismo que intenta, sin resultado, que el turista rubio y de aire opulento le compre esa pulsera cuyas piedras hacen juego exacto con sus ojos -los del turista, por supuesto-. Allá , a lo lejos, un sinfín de niños reptando, subiendo y bajando por los distintos juegos de la plaza bajo la indiferente mirada de sus padres.

Salimos. Detrás de los chiquilines y de la feria, con sus toldos blancos, una galería de arte a cielo abierto. Los artistas solamente muestran sus trabajos, la mayoría originales y personalísimos. No los imponen, no tratan de venderlos. Pareciera que están ahí por el digno placer de que alguien reconozca que son buenos. Y, de verdad lo son. Hay una pintora pelirroja, que habla de inmigrantes en sus telas sembradas de colores, un grabador barbudo, que se empecina en mostrar miserias blanquinegras y un colombiano bajito y calvo, que nos regala la vista con trabajos hechos a punta de bolígrafo. Nadie ofrece “tango y mate”, como sucede en otros rincones de este Buenos Aires 2010. Nadie intenta forzar situación alguna. Si el paseante se detiene para elogiar un cuadro, el autor se acerca y disfruta, simplemente, de los ojos embelesados del eventual admirador para luego hacer mutis por el foro -perdón, por el caballete-.

Las casas que rodean la plazoleta no muestran más de un piso o dos. Todo tiene un aire bohemio, simple, que de tan simple y tan bohemio se convierte en sofisticado. Es que estamos en Palermo “Soho”, una zona de la ciudad relativamente nueva, en la que abundan la ropa y los muebles de diseño y de buen gusto. ¡Palermo “Soho“! Pretenciosos los porteños para bautizar…¿Verdad? Tanto como para darnos el lujo de aplicar a este trocito de ciudad el mismo nombre que se aplica en Londres o en Nueva York a centros comerciales importantísimos. Pretenciosos y plagados de caprichos. Porque, sepan, amigos, que, increíblemente, la que se conoce como “Placita Serrano” , en la intersección de las calles Serrano y Honduras, es, desde 1994, la Plazoleta Julio Cortázar. Hermoso y olvidado homenaje a uno de nuestros escritores más conocidos. Y ahí no terminamos con las ostentaciones porque para completar el alarde, la calle Honduras cambia de nombre luego de la plaza para convertirse en Jorge Luis Borges. Es como si hubiéramos querido decirle al visitante: ¿Querías escritores argentinos? ¡Pues nos damos el lujo de intersecarlos convertidos en espacio urbano!


Aunque, pensándolo bien, lo de Borges es un justo homenaje en su barrio, ya que el escritor supo habitar Palermo cuando de “Soho” no tenía nada y sí mucho de malevos y entreveros, de taitas y matones y de poetas populares de la talla de Evaristo Carriego, por ejemplo. Fue precisamente en ese barrio, en la casa de la calle Serrano 2135, donde el autor, contradictorio como su ciudad, ya que descansa en Suiza, imaginó su “Fundación Mítica de Buenos Aires”.

Caminamos por Borges, precisamente, en dirección a Santa Fe. De compadritos: nada. Todas las casas tienen vida nueva hecha de colores fuertes y arquitecturas actuales sobre estructuras de mediados del siglo XX perfumadas de madreselvas y jazmines, como si quisieran honrar los tiempos en que “los muchachos no usaban gomina“.

Contemplo el empedrado, los muros y las rejas de este arrabal devenido en “Soho” y bendigo mil veces a esta ciudad que tanto amo, mientras Jorge sonríe al escucharme, soñadora, robándole palabras al viejo poeta habitante de este barrio:

*“A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y como el aire.”

Cati Cobas

viernes, 11 de diciembre de 2009

236-La Intrusa

Los dueños de casa habían hecho todo lo posible para que ella no lograra su cometido. Rejas con agudos pinches evitarían las intrusiones.

Sin embargo, al levantar la vista, comprendí que todos los recaudos habían sido inútiles.

La paloma estaba allí, en la moldura sobre la ventana, alimentando a sus pichones. Había construido un nido amoroso tejido de ramitas trenzadas entre la reja y el muro. De “prepo”, como esos ocupas que toman por la fuerza las casas abandonadas en mi ciudad.
Y como ocurre con los ocupas, casi nadie reparaba en ella ni en sus hijos mientras ella seguía, muy oronda, llevando y trayendo alimentos en el pico.

Todo un canto a la vida entre el verde de los árboles de aquella calle de Palermo una mañana cualquiera de diciembre en Buenos Aires…

Cati Cobas

sábado, 7 de noviembre de 2009

234-Un “Complejo” sin complejos (el Paseo La Plaza, en Buenos Aires)


Aquél que camine por la Avenida Corrientes y no sea un porteño consumado, tendrá un poco de dificultad para imaginar el paraíso que se esconde tras el portal simple de ladrillo visto.

El Paseo, el “Complejo Cultural” La Plaza es como una de esas mujeres que muestra una apariencia tranquila y hasta modesta pero que cuando uno se permite conocerla, guarda en su esencia riquezas inesperadas y una elegancia que ni siquiera se puede presumir observándola por fuera.

Quien se adentre en sus recovecos, quien se anime a transitar sus pasajes y a deleitarse en sus rincones, disfrutará de una experiencia absolutamente singular en ésta, mi ciudad, en esta Buenos Aires de contrastes.
Ocupando los terrenos de un antiguo y tradicional mercado, los miembros del Estudio Arq. Héctor del Valle y Asociados, sus diseñadores, tuvieron hace alrededor de veinte años (el 28 de septiembre de 1989), la osadía de llenar de árboles y pájaros, acompañados de la calidez del rosa de los muros y el brillo de pisos de adoquines, el corazón de una manzana que, por fuera, es una de las tantas de esta zona llena de teatros y librerías. El corazón de una manzana que seguramente debía tener complejo de aburrida, de lugar irredimible, de anodino y gris espacio entre paredes y ,sin embargo, ha sido convertido por obra y gracia del genio creador de los humanos en un sitio digno de cualquier ciudad que se precie de importante.

¡Vengan, lectores, conmigo! ¡Disfruten de rampas y desniveles flanqueados por ficus inmensos y jacarandáes en flor en este noviembre que, para mí, es el mejor mes para visitarnos! ¡Asistan, por fin, al increíble movimiento cultural que se gesta entre las paredes de este complejo teatral único y distinto!
Picasso y Neruda, Alfonsina Storni, Julio Cortázar y Pablo Casals son honrados en las salas principales. Salas, espacios culturales, que pueden albergar desde veinte a mil doscientas personas y están equipadas con lo que la modernidad requiere para que en ellas se realicen congresos, conferencias, espectáculos mientras que el exterior hace que cuando a él salga el participante de los eventos, pueda disfrutar de rincones deliciosos. Aquí, una fuente; más allá, una confitería con forma de anfiteatro y por todo, mesas y más mesas que invitan al café bajo el solcito más cálido o la sombra más reconfortante, según cuadre. Y si el bolsillo está vacío, un banco gratuito los estará esperando para celebrar la gente que va y viene bajo el verde de la vegetación frondosa a la que el visitante asombrado contempla pensado que siempre estuvo ahí y sin embargo, es producto de la mente preclara de un colega mío, nada más y nada menos. Se calcula que cada mes desfilan por aquí la friolera de quinientas mil personas. Si vienen a visitarnos, no dejen, por favor, de integrar una parte de esa cifra. Sé que van a agradecérmelo.

¿Quieren ustedes llevar por souvenir alguna alhaja?…Las más modernas encontrarán con solo caminar unos pocos pasos. ¿Discos o libros?…A sus órdenes. Y los mejores espectáculos teatrales y de stand up, esa forma de teatro de estos tiempos, en que los monologuistas hacen las delicias de los espectadores.

Y ahora, ahora compartiré con ustedes mi secreto.
En esos días en que nada parece componerse, en que todo se siente fuera de control y la vida parece tan tan triste, una de mis mejores formas de animarme es dar una vueltita por “La Plaza“. A veces, la excusa es un trámite en alguna oficina ahí cerquita. Otras, simplemente, “que pasaba por ahí y entonces…”. Pero luego de taconear un poco las entrañas de este pequeño Edén porteño vuelvo a casa con el ánimo recuperado y la vida, la vida parece nuevamente más hermosa.

Cati Cobas

miércoles, 4 de noviembre de 2009

233-Entre chanchos y mosquitos (Fastidiosa Caticrónica de la extinción)

Dedicada a Susana B. y a todos mis primos y sobrinos que están libres del Aedes (por ahora...)


Una nunca sabe del todo quién la lee. Pero a pesar de eso sigue escribiendo. Compulsión, catarsis, llámenlo como quieran los lectores, lo cierto es que una ya no puede vivir lejos de su teclado muchos días y en momentos como el presente, en que el ídem exige atención, una anda buscando cinco minutos de oro para pensar en voz alta y traducir en la pantalla sensaciones, alegrías y…fastidios.
Sí, esta crónica es fastidiosa porque estoy francamente fastidiada. Ya verán por qué.

Como saben, yo vivo en “La Argentina” , según dice el fotógrafo y diseñador mallorquín Tomeu Ozonas que los argentinos denominamos, ampulosamente, a nuestro país. Y “La Argentina” se ha caracterizado siempre por basar su economía en la naturaleza, en la producción vegetal y animal. Somos un país en que la flora y la fauna influyen de manera vital en todos los órdenes. Dependemos del trigo, de la soja, de las vacas, de la leche, de sequías y aguaceros como pocos en el mundo, pero ahora, estos temas “naturales” han llegado a la ciudad y están cobrando tanta importancia, nos hacen vivir tan mal que por lo menos quiero buscar alivio en la palabra, a ver si el Gobernador de mi Ciudad, el amigo Macri, se vuelve amante de mis crónicas y hace algo para calmar a ésta, su perturbada autora.

Retomando los conceptos vertidos en el párrafo anterior, “La Argentina” no puede escapar al concierto mundial de las naciones, concierto muy desafinado desde hace infinidad de años, razón por la cual fuimos uno de los primeros países en dar la nota, ya que en los meses de invierno, la Gripe A hizo estragos por estos lares. Hasta nos dimos el lujo de cerrar las escuelas por un mes. Seguramente nuestra “excelencia educativa” lo permitía con creces. Así pudimos agregar a la influencia de los chanchos (cerdos, para mis primos), con su gripe porcina, una dosis de “burricia” consuetudinaria, que estará haciendo revolver en su tumba al pobre Don Domingo Faustino (Sarmiento). O sea que estos meses han venido marcados por el estigma de la fauna (cerdos y pollinos). Marcados por el temor a extinguirnos o a enfermarnos a causa de un “sus scrofa” y su influencia viral, marcados por el alcohol en gel y los barbijos y la mirada sospechosa hacia todo aquel que intentara estornudar a nuestro lado.
Pero aquí no terminan nuestros problemas con el Reino Animal, mis estimados…

La amenaza de la Gripe A, por más que deviniera en aulas vacías e ignorancia, no dejaba de tener una cuota de charme, de savoir faire universal. Ahora llegó la primavera y, pronto lo hará el verano. Y entonces, suenen trompetas y tambores, porque está haciendo su ingreso triunfal por estos pagos Su Majestad, Aedes Aegypti, ¡el mosquito trasmisor del Dengue!
Y acá sí “se pudrió todo” (perdonen la expresión, son las influencias de Maradona y sus declaraciones futbolísticas). Porque estar sometidos a los vaivenes de enfermedades como la malaria, el dengue y tantas otras que hasta ahora pululaban por otras latitudes es algo que los porteños no podemos entender. Cambios en el clima, que nos están acercando al trópico, falta de higiene y de control en la vegetación hacen que el mosquito esté aquí nomás, acechando nuestras vidas de por sí bastante complicadas.

Según Wikipedia: “El mosquito es una especie diurna, con mayor actividad a media mañana y poco antes de oscurecer. Vive y deposita sus huevos en los alrededores e interior de las casas, en recipientes utilizados para el almacenamiento de agua para las necesidades domésticas y en jarrones, tarros, neumáticos viejos y otros objetos que hagan las veces de envase de agua. Su capacidad de vuelo es de aproximadamente 100 m ; aunque la hembra si no encuentra un lugar adecuado de oviposición alcanza un vuelo de hasta 3 km, por lo que el mosquito que pica es el mismo que uno ha «criado». Transmite el dengue y la fiebre amarilla.
Toda persona que es picada por un mosquito infectado puede desarrollar la enfermedad, que posiblemente es peor en los niños que en los adultos. La infección genera inmunidad de larga duración contra el serotipo específico del virus. No protege contra otros serotipos y posteriormente puede exacerbar el dengue hemorrágico.”

¡Me quiero ir a la Antártida! Pero seguramente por allá habrá algún otro problema con la fauna, y eso que no soy (perdonen, compatriotas) de los que odian a los “pingüinos“, en una época en que muchos conciudadanos no pueden ni oírlos nombrar…
Me quiero ir a la Antártida, digo, porque por acá, por mi barrio, el Aedes debe estar engordando como un chancho, (un chancho que no haya sido afectado por la gripe A, por supuesto) y preparándose para atacar en cualquier momento...

El otro día, al llegar al Parque Chacabuco, tuve que rascarme los ojos porque pensé que deliraba o que había sido trasladada por alguna nave espacial a los Esteros del Iberá: ¡el pasto medía un metro! Y los mosquitos revoloteaban por doquier.
Pregunté a la gente encargada de mantenimiento y me contó que nuestro Gobierno Porteño (entiéndase bien, el Niño Mauricio y sus acólitos) enviaría la dispendiosa cantidad de ¡veinte litros de combustible! Combustible destinado a alimentar a las cortadoras de pasto encargadas de podar una superficie de ¡veinticinco hectáreas! Durante el mes de noviembre.

Caminando de regreso a casa me preguntaba, sintiendo la amenaza de extinción en cada uno de mis huesos, si Macri estará por sacar una ley por la que los humanos dejemos de ejercer el ciudadano derecho de votar, cediéndolo para siempre a los mosquitos porque con la política de mantenimiento de plazas y parques barriales, los aedes van a adueñarse de nuestras vidas y serán los únicos que podrán votar en las próximas elecciones.

Y el Reino Animal se habrá impuesto definitivamente en Buenos Aires.

Cati Cobas

miércoles, 23 de septiembre de 2009

230- ¿Empanadas o "panades"?

“Una empanada es un alimento compuesto por un relleno de carne, jamón, pollo, ricota u otros productos, encerrado en una masa elaborada al modo de la masa de pan, generalmente con trigo, pero puede estar hecha con maíz y otros cereales, y a veces con la adición de alguna grasa (aceite o manteca). Es un alimento que se elabora en casi todos los países del mundo, aunque son particularmente notorias en Hispanoamérica”.

En Argentina, las empanadas son un clásico. La manera más simple y económica de comer algo sabroso sin muchas complicaciones y la mejor excusa para reunirse con amigos.

“Ché…los esperamos el sábado a la noche con unas empanadas y un vinito…” es la frase mágica para el encuentro, tanto da si se trata de gloriosas empanadas preparadas por la tía tucumana o de otras, más modestas, compradas en comercios con apelativos ingeniosos como “El Noble Repulgue” o “Tercera Docena”. Porque aquí, las empanadas se venden por docena y son la solución cuando el ama de casa se cansó de preparar guisos, milanesas o pollo al horno y quiere descansar de ollas y sartenes.

Claro que, si bien, como dice el mataburros, se trata de un alimento prácticamente universal, los argentinos preferimos, sobre todo, y no podría ser de otro modo, las de carne, de las que nos jactamos de tener una empanada diferente por cada provincia.

Mientras en la Ciudad de Buenos Aires y en la provincia homónima las comemos rellenas de carne vacuna picada, con huevo duro y aceituna, en Catamarca y la Rioja, con el agregado de ajo y papa, en Córdoba, con pasas de uva y azúcar espolvoreada en la superficie y en La Pampa con el agregado de morrón. En el sur, recurriendo al pescado y a los mariscos con más frecuencia que a la carne y en el litoral reemplazando la harina de trigo por la de mandioca, en algunas oportunidades.

Sin embargo, el cetro y la corona de este noble alimento pertenecen al Jardín de la República, a la provincia de Tucumán. “La empanada tucumana es principalmente muy jugosa gracias a que la carne es picada a cuchillo en trocitos de 3 mm aproximadamente, la preparación inicial del relleno no se cocina del todo, se deja enfriar (para que absorba el jugo) y se termina de cocinar junto con la masa en la cocción final”.
Miren si será importante esta provincia en materia “empanadil” que es la sede de la Fiesta Nacional de la Empanada, que se celebra anualmente en el mes de septiembre en la ciudad de Famaillá, ciudad que ostenta, además, el ambicioso título de Capital Nacional de la Empanada.
En ese lugar se realiza un concurso culinario acompañado de canciones, coplas y degustaciones varias que hacen las delicias de cualquier sibarita, no tengan duda alguna, amigos.
Ahora bien, retornando al título de esta crónica, yo agregaría que ese alimento era en mi casa, cuando niña, una fuente eterna e inagotable de controversias entre mi padre y su suegra, mi siempre mentada abuela Isabel.

Es que aunque papá conservaba el idioma y muchas costumbres mallorquinas era a su vez un aprendiz de “gaucho” hecho y derecho, amante de las payadas y de nuestro folklore, del Martín Fierro y de cuanta expresión criolla cayera entre sus manos, por lo tanto, para él las empanadas argentinas resultaban sabrosísimas mientras que para mi querida y mallorquina abuela, no había nada en materia de relleno envuelto en masa que se acercara ni remotamente a las pascuales panades mallorquinas o a los cocorrois de verdura y los robiols de ricota (brossat para mis primos insulares).

Las diferencias eran abismales y prácticamente irreconciliables. Es imposible comparar un alimento con el otro. Es como tener que elegir entre un pasodoble y un tango: suenan absolutamente diferentes.

Las panades, características de Pascua, se pueden hacer de cerdo, de pescado de guisantes solos….pero las mas típicas son las de cordero, aunque en ese tema, la abuela claudicaba a favor de nuestra carne vacuna combinada con la de cerdo y con trocitos de panceta y sobrasada, lo que convertía a sus panades en un hecho culinario insuperable.

En cuanto a los cocorrois de verdura, también resultaban sabrosísimos y ni hablar de las empanadas rellenas con ricota y perfumadas con cáscara de limón…a cincuenta años de saborearlas, todavía mi boca se hace agua evocándolas.

En la controversia argento mallorquina yo solía actuar de agente moderador porque si bien nuestras criollísimas empanadas me encantaban, caía rendida a los pies de la abuela en cuanto sacaba del horno alguna de sus baleares creaciones.

Y hoy, más cerca que nunca de mis orígenes, digo, con absoluta convicción, que no hay dicotomía posible en esta materia, que papá y la abuela me perdonen, para mí en este caso, bastará con un cambio en la conjunción del título. Ayer hoy y siempre, mi alma siempre ávida de cosas ricas cambiará la “o” por la “y”. Lo que traducido en gula se leerá “Empanadas Y panades”, uniendo, una vez más, en harina y sabrosuras, las dos orillas del océano bajo el cual corren mis raíces.

Cati Cobas
Nota: Para recetas de empanadas argentinas: http://www.pasqualinonet.com.ar/
Para recetas de panades mallorquinas: http://www.lacocinadeauro.com/

jueves, 10 de septiembre de 2009

228-¡¿Qué hice yo para merecer ésto?!


Dedicada a Susana B. y a Lola B. con todo mi cariño, gratitud y admiración.

Eso. Sí…¡Qué hice yo para merecer ésto!

Pasar de cincuentona a sexagenaria ha sido un parto demasiado silencioso para mí. Hace más de un mes que no puedo estrenar mi nuevo blog habiéndome propuesto que mi primera crónica tendría, por lo menos, una cuota de humor, aunque fuera del más negro. ¡Y miren que reconocer que algo me ha dejado sin palabras…!

Mamá decía siempre que eso de haber escuchado Chispazos de Tradición en la radio a galena alrededor de 1927 y haber llegado a ver a los familiares lejanos en forma inmediata a través de la computadora en el Siglo XXI era un privilegio y que si no fuera porque la “cáscara” se arrugaba, ella se sentía como la Aurora que de croquignol y guardapolvo de tablitas blancas iba al Normal.

Sin embargo, este tema de asumir el paso de los años con elegancia, dignidad y sabiduría no debe ser genético porque lo que es a esta servidora el indignante numerito terminado en cero le ha caído peor que dos choripanes con mucho chimichurri en un almuerzo.

Creo que parte de la culpa de mi baja moral la tienen los cantantes y los periodistas. Esos encantadores de serpientes al compás de las semifusas y la prensa oral y escrita. ¡Es casi inmoral! Mientras las chicas de cuarenta, lo tienen a Arjona, que las arrulla con su “Señora de las cuatro décadas” y las de cincuenta, balanceándose entre sofocos y dentistas, todavía se mantienen, dando grititos en el recital de Montaner, a nosotras, con suerte y poco sentido del ridículo, nos queda arrojarle una faja talle cuarenta y ocho al Puma Rodríguez, que sostiene lo que queda de su melena a puro spray y tinta, en el Luna Park mientras recoge nuestro sexy obsequio para usarlo durante el primer lumbago que le agarre.

¿Qué esperanza se puede tener cuando Santos Biasatti anuncia, por ejemplo, “sexagenaria arrollada por camión lechero en la Autopista Dellepiane”? Está bien. Ya sé. Me queda la posibilidad de ser una “Jane Fonda” del subdesarrollo. No crean que no lo intento, pero las cremas que ella vende deben hacer más efecto si uno las acompaña con alguna otra cosa, como un marido archimillonario, créanme. Porque untarme, me unto y aunque la rubia en los folletos antiage promete el cutis liso, no puedo evitar encontrar en mi cara más surcos que los que mi primo Miguel hace en el campo para plantar alfalfa.

Y los de la cara no son nada comparados con otro tema también molestísimo y de carácter urbano. ¡Odio los cambios de nombres en las calles! ¡Odio a los taxistas y su sonrisita burlona cuando les pido que me lleven a Canning, Cangallo o Avenida del Trabajo! Comprendo que Scallabrini Ortíz es más adecuado para nombrar una avenida que el mentado lord inglés y que el General y Evita merecían un homenaje onomástico en nuestra ciudad, pero los ediles podrían idear alguna calle nueva y evitarme el bochorno de recordar los nombres que las arterias porteñas ostentaron durante gran parte de mi vida a caballo entre dos siglos.

¡Y ni hablemos de los comercios! Cuando entro a Fallabella me veo subiendo con mi vestidito de piqué las primeras escaleras mecánicas en Gath & Chavez para ir a visitar a los Reyes Magos. Y si camino por Florida y levanto la vista encuentro todavía el logotipo de Lutz Ferrando, donde me compraron mis primeros anteojos para enfrentar la miopía en Sexto Grado (que ahora es Séptimo, hasta eso está distinto) o me parece contemplar la vidriera de la zapatería Tonsa con su movimiento perpetuo y divertido.
Y qué decir cuando llegando a la Nueve de Julio, en el lugar donde estaba el Trust Joyero Relojero, aparece un Mac Donald insultante, de Braudo no quedan ni el traje ni los dos pantalones y el chalecito de Muebles Díaz en la azotea desaparece cubierto de carteles invasivos.

Ya no hay ni mersas, ni caqueros. El folklore se escucha solamente en Canal 26, y eso con suerte. Y los chicos son floggers, rollingas, stones, cumbiancheros o amantes del reaggeton meneando su trasero ignominiosamente en cualquier fiesta que se precie.

¡Mi reino por un bolero a media luz!¡Dónde andarán Paul Anka y Neil Sedaka! Los Panchos deben haber sido engullidos con mostaza por algún charro famélico y Palito Ortega no puede cerrar los ojos ni para dormir de tanto que le han recortado los párpados…¡Una zambita de Los Chalchas por el amor de Dios! ¡Que vuelva Julia Elena!

Mientras escribo Fernando me acuna con Los Ratones Paranoicos que “quieren verla en el show” porque “parece un gato siamés”. ¿A quién querrán ver esos casi coetaneos míos que siguen robando a lo Mick Jagger? ¿Cómo encontraron la Fuente de Juvencia? ¿Será el rock o “la dinamita” lo que los mantiene jóvenes?

Decididamente no quiero celebrar mi cumpleaños. Llueve, el cielo está espantoso y hace frío. Estoy muy enojada con esto de que la vida caduque tan pronto, que tenga fecha de vencimiento. ¡Sexagenaria no! ¡De ninguna manera! ¡Me siento tan cansada…! Para colmo, Fernando avisa que deberemos postergar para el sábado la cena en familia porque “tiene comprada la entrada del recital de los roedores en la Trastienda desde hace mucho”..¡Mañana me voy a ir de casa todo el día!
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¿Qué hice yo para merecer esto?

¿No querías sopa, Cati?... ¡Taza y media!
Como preludio de mi “no celebración”, mi Robert Wagner propio llega a casa con una notebook de regalo y el 9 sale un solcito tibio y delicioso. Las azaleas explotan de color en el balcón. Y hace menos frío.

Ya el 8 por la noche, la voz castiza de Socorro, allí en Madrid donde es 9 de septiembre, me abriga a la distancia. Lo mismo hace Miriam, a través e la compu, desde La Coruña. Por la mañana me despierta Jorge con un matecito compañero y Mercedes propone encontrarnos a la nochecita, después de estudiar.

¡Comienzan los llamados! Las amigas de toda la vida, sexagenarias como una y otras, a las que todavía les falta un largo trecho del camino. Mis primos mallorquines y los de aquí cerquita, mis sobrinas “de siempre” y las más nuevas, mis ahijados, mi familia política, que hoy ha decidido ser la más política de las familias.

A eso de las diez, llegan dos amigas con una fuente de agua que tanto quería y con augurios de dicha en el tiempo que comienza. Ya es mediodía y Fernando templa las cuerdas para cantar a Calamaro y también una nueva que acaba de escribir, en pos de hacerse perdonar el faltazo de la noche. Trato de disfrutarlo mientras pienso que no es poco…

Desde mi Facebook aparecen más saludos y deseos. Hasta uno del alcalde del pueblo de Campos de donde partiera mi papá para venir a la Argentina y donde vive parte de mi familia casi recién estrenada.

Entro a mis foros: más cariño. Inclusive una felicitación de Atho, un escritor español en un montón de idiomas diferentes. Y mis amigos copanianos, casi todos “pibes”, cargados de afecto y esperanza. Mi tía María Elena viene a verme un ratito por la tarde y mi tía Jaumeta me desea lo mejor desde su isla.
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Pero hay algo que no me deja estar contenta. Es el primer cumpleaños en el que mamá no está conmigo. Y aunque mi terapeuta diga que para ella tanto da un día como otro, soy yo la que la necesito.

Compro una torta y parto a verla. Allí me encuentro a Jorge y a Mercedes. Los abuelos están por cenar y pido permiso para encender las velas junto a ellos. La torta será el postre especial para esa noche. Todos cantan. Mamá me dá un abrazo interminable. ¡Ya debería poder prescindir de ellos! ¿Cierto? Pero ahora que la he visto y que le he dado las gracias por mi vida, me siento realmente en paz, lo que no es poco.

Las luces de Palermo Soho y la Placita Cortázar se encienden y el restaurante donde nos sentamos a comer se llena de gente que sufre al compás de Messi y la Selección Argentina que pierde frente a Paraguay.

¡Feliz Cumpleaños Cati! Como dice La Novicia Rebelde en una de sus canciones, “algo bueno debés haber hecho para merecer “ésto”.

¡Dá gracias a la vida y celebrala a cada instante!

Al llegar a casa, un abrazo de mar desde Asturias cierra el día. Me lo dá Lola, una amiga de cristal, que algo sabe del tema.

Fernando llega del recital y también me abraza fuerte fuerte.

Me voy a dormir agradecida. ¡Para empezar un nuevo día con esperanza renovada!

Cati Cobas