sábado, 13 de julio de 2019

325) De puentes y de encajes (A Brujas, con nostalgia) El regalo- Caticrónicas de viaje



De puentes y de encajes está hecha la ciudad de Brujas. De encajes y de puentes y chocolate.
Es el lugar perfecto para envolverse en cuentos y soñar. Es tan fácil imaginarla plena de vida burguesa en otros siglos, con los comerciantes trasegando sus calles. Se puede ver, casi, a las encajeras moviendo los bolillos, sentadas tras los cristales de las casas que asoman a los canales.

Aunque casi todos sus edificios hayan sido reconstruidos y hayan cobrado nueva vida en muros y ventanas neogóticas para recibir a los turistas, todo Brujas parece venido de otros tiempos. Y nos es muy sencillo dejarnos llevar por la ilusión.

Los cisnes y los patos nos dan la bienvenida. Contemplándolos, borramos de la retina la multitud que nos precede y la que avanza detrás de nosotros. ¡Somos tantos los que deseamos visitar esta ciudad flamenca!

Logramos abstraernos, y atravesar los primeros puentes, flanqueados de un verde intenso y húmedo atravesado por el agua. Llegamos a las casas de las viudas. Rojo ladrillo para cobijar a las mujeres que quedaban solas y sin sostén, en Brujas. Ladrillo rojo para el desamparo, transformado ahora en atracción turística.


El encaje se trepa a las paredes, en catedrales, en plazas y edificios públicos. Se hace aguja y piedra en los pináculos y tiende su trama gris en los adoquinados.
El chocolate se huele desde la calle, en tentaciones.

Algún carruaje da vueltas muy cerquita. Dan ganas de subirse ya, para seguir rodando la ciudad y sus puentes.

Dulces rincones hechos plaza, con mesas de cordial encuentro. Misteriosas casas de negra fachada.  Y un solitario parque muy cerca del bullicio. Un parque simplemente sereno.

Laura dice que no quiere partir. Que acaba de descubrir su lugar en el mundo. La miro con ternura.
Y regresamos al encuentro con nuestros compañeros de ruta.

Pienso que no volveré a Brujas. Pero he logrado transitarla, aunque sea brevemente. Doy gracias a Dios, mientras acaricio los detallitos que llevo para colgar en mis cristales. Y endulzo mi partida con delicioso chocolate.

Hoy, sentada en esta bendita Buenos Aires que se despierta en grises, sin duda, mi ciudad, me lleno de nostalgia.

Y la comparto.

Cati Cobas

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