lunes, 27 de septiembre de 2010

255-De bandas y tablas de lavar o La Atlántica Jazz Band y su concierto

Mi estimado amigo marplatense Pasqualino Marchese ha tenido a bien publicar esta crónica en su hermosa página dedicada a "La Perla del Atlántico"



¡Muchísimas gracias, desde ya!

Mar del Plata, siempre Mar del Plata…
Esta vez fue sola. Dos días de caminatas por los lugares que habitualmente recorro del brazo de Jorge. No es lo mismo, por cierto, pero me considero una buena compañía y traté de disfrutar la Plaza Colón impecable, la Rambla desierta, el cafecito en la Boston, la vista, desde la ventana del hotel, del espigón-emblema, la lluvia fortísima que empapaba las calles y hacía que el horizonte del mar se nublara en grises.
Me dejé mimar por el personal del hotel, por los mozos en ese comedor lleno de historia. Y fue bueno.

Pero sin duda, si algo voy a recordar de ése, mi primer fin de semana marplatense conmigo misma, es a esa banda que en un viernes destemplado tocó para muy pocos como si hubiera habido un gentío en las butacas.

Poco sabe quien esto escribe sobre jazz y bandas. Ésta se presentaba como la “Atlántica Jazz Band” . Y prometía recrear el estilo de jazz tradicional que fue desarrollado durante la década de ‘20 por músicos de color, en la ciudad de Nueva Orleans (estado de Louisiana, EE.UU.).

En esa noche implacable, en la que era imposible desafiar el clima para asistir a ningún concierto, me senté a una mesa de Orión, la confitería del hotel, observando a los músicos y contemplando a mis escasos compañeros , que parecían estar ahí sentados con el lema interior más temido por los artistas del espectáculo: “divertime, si podés”.

No contaba con los ángeles.

Sí. Tiene que haber habido más de uno dando vueltas e inspirando al baterista y locutor, que fue poniendo calor donde no había hasta que la música hizo el resto. Las melodías se sucedían seguidas de aplausos cada vez más entusiastas. Y la minúscula platea fue agigantándose con cada solo. ¡Se los veía tan felices ! El baterista humanizaba cada melodía con algún detalle oportuno del ejecutante. Barbas, profesiones, caracteres apenas insinuados con humor hacían que, a partir de ese momento, resultaran absolutamente únicos. Y uno se trasportaba, de la mano de algún ángel, a la época en que el jazz se originó, y pensaba en qué maravilla que en una ciudad relativamente pequeña de nuestro país esa gente, en su mayoría profesional, se diera tiempo para hacer lo que , a todas luces más le gustaba para compartirlo con nosotros haciendo caso omiso de si éramos pocos o muchísimos.

La cuestión es que mi entusiasmo aumentaba con cada interpretación. Y ya saben los lectores que lo único que puede frenar mis ímpetus “juveniles” es la presencia de mi Robert…¡Pero esa noche estaba sola! Y de repente: una sorpresa. Hizo su aparición el nieto pequeño del pianista, ejecutando washboard (la tabla de lavar), con un ritmo envidiable. Con absoluta generosidad la banda había cedido la atención de todos los espectadores al pequeñito que se robaba el espectáculo. Ver y escuchar a un gurrumín enfrascado en el ritmo, en la esencia del jazz, era algo muy especial y esperanzador. Yo me debía ver como mi Fernando en un recital de los Ratones Paranoicos. Pogo no hice pero me puse de pie porque me acosaba el deseo de inmortalizar fotográficamente el momento en una crónica .

Cuál no sería mi sorpresa cuando al levantarme lo más discretamente que pude de mi asiento fui interpelada por el baterista que me preguntó a dónde iba, y si el motivo de mi huída se debía a que no me gustaba el espectáculo. Ni lerda ni perezosa le repliqué el motivo de mi partida y la seguridad de un rápido retorno.

Muerta de risa y pensando en que estar sola para hacer papelones tenía sus ventajas, regresé, cámara en ristre, para tomar parte de una foto de esas que no tienen precio.

La noche terminó con tantos aplausos que parecía que una multitud conformaba la platea y terminó también con mi firme propósito de que a mi regreso a “La Feliz” buscaré dónde actúa la Atlántica Jazz Band, a no dudarlo y asistiré, en primera fila, a su sesión de jazz y de sonrisas. Eso sí: desde ya estoy pergeñando cómo haré para que mi esposo soporte estoicamente los embates de mi entusiasmo jazzístico sin ponerse colorado…

Cati Cobas


Laci Trakal: corneta
Mario Romano: clarinete
Alejandro Mariscal: trombón
Julio Furundarena: piano
Lucas Galdeano: banjo
Tito Defeudis: tuba
Aldo Roldán: batería y washboard

...Y si están en Mar del Plata y quieren escuchar y disfrutar...

Viernes 20 de mayo de 2011 - 23:30 hs.
"ATLÁNTICA JAZZ BAND"
en "ORION" - Luro y La Costa
Reservas: (0223)491-5450
Derecho de espectáculo: $ 30.-


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