sábado, 5 de junio de 2021

341- Una mañanita para “la profe Cati”(2020)


Cuando a mediados de diciembre dejé de trabajar en una inmobiliaria ubicada en plena calle Florida pensé que, con setenta años, ése había sido mi último trabajo. Pero a los pocos días encontré, justo al lado del consultorio de mi endocrinólogo, en la lejana y hermosa Villa Urquiza, un aviso pidiendo profesores y me tenté, enviando mi currículum, en el que había más arquitectura que docencia pero parece que el mismo fue suficiente para que me convocaran.

Mis amigas me tacharon de trastornada: ¿una hora de viaje? ¿poca paga? ¡Qué sentido tenía!

Para mí era una manera de sentirme viva, de disfrutar del contacto con jóvenes, del viaje en tren a contramano, de probarme que “podía”. Y pude. Varios fueron los alumnos y ninguno se quejó por suerte.

Pero llegó la pandemia. Justo cuando me pidieron que viajara hasta el instituto para dar clases de Inglés a unos mellizos de nueve años. Todavía no se había prohibido viajar pero, dada mi edad, propuse enseñar en forma virtual, lo que provocó el espanto de la persona que me convocaba. ¿Clases virtuales? ¡De ninguna manera!

A los quince días volvieron a llamarme. Y comenzó para mí una de las mejores aventuras cuando aparecieron en la pantalla… ¡el Capitán y la Princesa Coronavirus!

Ya el seudónimo habla de mis primeros alumnos. Dice de su capacidad de adaptación a las circunstancias y de su sentido del humor. ¡Justo lo que necesitaba esta servidora para aferrarse a la vida!

Fuimos conociéndonos. Y hasta enseñándonos mutuamente porque yo traté de que pudieran disfrutar del aprender y ellos me ayudaron con mis dudas cuando algo del Zoom me superaba. 

¡Debieran vernos! Hubo sombreros, pelucas, películas compartidas, infinidad de recursos siempre desde la alegría. Y poco a poco pude saber que la Princesa es muy coqueta, adora las artesanías y se interesa por asteroides y universos desconocidos y el Capitán sabe de robótica y le atrae todo lo que puede ir aprendiendo sea cual sea el tema. Supe que los dos quieren tiernamente a sus papás y abuelos y mucho pero mucho a sus amigos.

Cada martes y jueves fue una fiesta y un hilito que me obligó durante estos largos meses a levantarme, vestirme y arreglarme porque ellos me esperaban. Siempre puntuales y bien predispuestos. Y aunque ahora, gracias a la generosidad de su mamá, mi mejor agente publicitario, son muchos los chicos que pueblan mi pantalla y a todos los quiero y disfruto, ellos tienen para mí el sabor de lo recién estrenado y la alegría del mutuo primer descubrimiento sumado a su capacidad y don de gentes que hacen muy fácil enseñarles.

Como dije, la Princesa está siempre procurando la mejor imagen de sí misma y este invierno lució unos “modelitos” tejidos tan hermosos que no pude menos que felicitarla y decirle que si en algún momento una mosca aparecía por su casa y se llevaba algún chaleco era yo la responsable.

“Los teje mi abuela” fue la respuesta. A eso siguieron mis felicitaciones y mi admiración por la eximia tejedora que tanto contribuía a su elegancia.

¿Pueden creer que este sábado la Princesa y el Capitán aparecieron en la puerta de casa acompañados por su mamá? Y no venían solos. Lo hacían trayendo una primorosa “mañanita” tejida con habilidad y mucho amor por la abuela tejedora. 

Como me habían avisado que vendrían procuré buscar entre mis libros algunos que pudieran gustarles. Artesanías principescas para ella y para él, la Grecia antigua y sus templos y Gaudí, porque pensé que le interesarían. Su mamá acaba de decirme que mi alumno está pensando en convertirse en mi colega en unos años. ¡Parece mentira que la pantalla tenga la magia de traspasar en intuiciones los cristales!

Pero sobre todo, es maravilloso para mí poder recuperar el encanto de la infancia y de la vida en un momento tan difícil para tantos. Y recibir, hecho tejido, el cariño de mis alumnos cibernéticos.

Por eso, nos hemos prometido que cuando termine la pandemia celebraremos, junto a todos mis alumnos virtuales, en casa, un super cumpleaños PRESENCIAL, sin barbijos y sin miedos pero lleno de amor y de alegría.

Cati Cobas

No hay comentarios: