sábado, 5 de junio de 2021

El camisón de mamá (Stand up)2020 En la Universidad de Bahía Blanca, en los cursos Upami Adultos Mayores:


Buenas tardes, mi nombre es Cati Cobas. Soy porteña, madre, Maestra Normal y Arquitecta.
 Y aunque pasé los setenta y tengo varios sillones de sicólogos gastados, tratando de no ser una mujer castrada, decidí que tenía que comenzar estas presentaciones con…el camisón de mi mamá.

Muchos varones standaperos suelen contarnos sobre su idishe mame o sobre su bove, como si ser castradoras fuera algo solo posible en el Once o Villa Crespo.

Mi vieja, la dueña del camisón, paz descanse, se llamaba Aurora y provenía de una familia mallorquina, en el Mediterráneo y vivíamos en Parque Chacabuco ¿vieron? Pero para mí, había en ella algo de los conversos que habitaron la isla porque ella y su camisón eran tremendos…

En realidad, son dos los camisones. Uno físico, blanco, de franela, cerrado hasta el cuello, largo hasta los pies y otro mental, igualito al físico y empeñado en la excelencia y concentración en el estudio. Y mi papá, varón domado, dejaba hacer, imagino que sufriendo pero chito y a lo suyo aunque era un amoroso papá conmigo, que a Electra no me ganan.

Para empezar, soy hija única. Así que Aurora decidió que como iba a ser el único botón de su muestra le tenía que salir “plus cuam per fec ta”.

Allá por el 50, Upa mediante, se pudo jactar de que la nena, con escasos cinco años,  ya leía y escribía “al dictado” y sin faltas de ortografía. Si la hubieran agarrado los creadores de teorías educativas más modernas, con toda seguridad, el destino de Aurora hubiera sido el cadalso. En ese entonces, hasta en verano me hacía “un dictadito” y tres renglones de las palabras erradas para que no se fijaran mal, que la repetición en la enseñanza siempre produce buenos resultados…

Cuando llegó el secundario, el camisón virtual se volvió un poco más sutil, pero efectivo y torturante. ¡Te sacaste ocho! ¡Podrías haber tenido un diez!, por ejemplo.

Se imaginarán que a esa altura del partido y pese al camisón, ya me había convertido en La Novicia Rebelde y empecé a querer tener un novio (aunque más no fuera por molestar).

Fue aparecer el candidato y Aurora comenzó con su lei motiv “¡no se te ocurra!”.

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Me pueden decir qué se me podía ocurrir a las tres de la tarde, en verano, cuando despidiéndome, con un besito inocente, del pretendiente consabido,  a la vuelta de casa (en casa no porque es algo temporario y los vecinos pueden verte), me topaba con mi abuelo al que mi mamá había enviado a hacer una “comprita”.¡No me duraba ninguno! Aurora y su camisón se ocupaban de que me dedicara a estudiar, que eso era lo que correspondía y no andar noviando por ahí.

El que finalmente se atrevió conmigo y con Aurora recuerda a las carcajadas (ahora) las veces en que su ex suegra se aparecía dando vueltas por la casa, enfundada en su traje nocturno y victoriano. ¡Le faltaba el candelabro, pobre madre mía!

El tiempo pasó y cuando Aurora devino en abuela fue la mejor, la más tierna y comprensiva. Mis hijos la adoraron y ella, cuando me veía instarlos a que estudiaran, me decía “nena, no seas tan exigente, ¿no ves que los chicos sufren con tanta presión?”.

Una de dos, o el abuelazgo le cambió la esencia o mi papá, en algún brote matrimonial, le quemó el camisón, aunque haya sido en la edad madura, que siempre hay tiempo de rebelarse.

Cati Cobas

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