sábado, 5 de junio de 2021

De ayer a hoy… el frío (Stand up) 2020 En la Universidad de Bahía Blanca, enlos cursos para adultos mayores de UPAMI


 Hola, me llamo Cati Cobas, soy mamá, maestra normal y arquitecta. Hace unos días que me preguntaron en qué noto los cambios entre los años de mi juventud y el hoy. Pensé y pensé y creo que una de las cosas más notorias es el frío y la manera de encararlo.

Y si así me siento, habiendo vivido siempre en esta porteñidad húmeda, no quiero pensar en el frío Bahía Blanca y aledaños. El de acá era un poroto al lado del que se debía sufrir al sur de Buenos Aires.

¿Inviernos? Inviernos los de antes. Clase media barrial. Escuela del Estado y viviendo en una casa.

Con sabañones y todo. En mi escuela no había estufas. Casi en sexto grado pusieron pantallitas de gas que no calentaban nada. Íbamos con guantes y unos sacos gordos tejidos que por lo menos a mi me hacían ver un barrilito bicolor (se usaban los sacos gordos tejidos a dos colores, mostaza y marrón o como el mío, que era verde loro con jaspeado naranja).

El 25 de mayo no cantábamos, tiritábamos todos el himno en el patio descubierto y no había chocolate de la cooperadora que nos redimiera. Encima, ese día no podíamos tener abrigo sobre el guardapolvo porque la consigna era ser blancas palomitas. Blancos estábamos. ¡Cubitos éramos! Se salvaban las maestras con sus nutrias depiladas y sus astrakanes (en esa época las maestras tenían todas su tapado de piel para que sepan).

Volvíamos a casa y era peor. Una estufa de velas en el comedor para todos y los pies helados en la cama de no ser por la bolsa de agua caliente.

Un año, a mi abuela mallorquina se le metió en la cabeza reeditar en Buenos Aires las mesas camilla que se usaban en la isla. Le encargó una al carpintero. Era una mesa redonda que en el centro, a 10 cm del piso, tenía lugar para un brasero. La mesa se cubría con una carpeta de terciopelo hasta el piso. Uno ponía los pies debajo de la carpeta y si no se movía para nada estaba bastante calentito. Eso sí se para no intoxicarse había que abrir las ventanas y hacer cambio de aire permanente. Lo que se ganaba por debajo se perdía por arriba.

La modernidad trajo estufas de gas, eléctricas, radiadores de aceite, calefacción central, losas radiantes y aires acondicionados frío calor y dejamos de tener frío. Por otra parte el cambio climático se hace sentir y parece otoño durante muchos días del invierno.

Por eso, cuando ahora por alguna razón algún día falla la calefacción o el gas cuesta un ojo de la cara, me consuelo pensando en aquellos fríos de mi infancia y en la mesa camilla de mi abuela y me digo: ¿Fríos? Repito: Fríos eran los de antes… ¡Qué me van a hablar de frío!

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