“Con solo barro los formó,
en su creación perfecta
con sus dos manos modeló.
Le dio la forma correcta y así
fue que la creación llegó a su culminación…”
Cien
kilos de barro Enrique Guzmán
Mis cuatro abuelos eran
mallorquines. Sí. Los cuatro. Me honran mis raíces. Los cuatro trabajadores y
los cuatro, buena gente.
Pero Marcial y su
rústica ternura me acompañan todavía. Artesano de pies a cabeza. Sus manos
generosas, que sabían del cuero, del
papel, del alambre y de la arcilla y su espíritu, hambriento de más “letras”,
comprensivo y afectuoso, me marcaron a fuego y han hecho por mi amor a lo
artesanal mucho más que ninguna escuela o ningún maestro. Lo “hecho a mano”,
con sus dulces imperfecciones, trasmite para mí el recuerdo de este abuelo y me
deja ver la humanidad de su creador, me permite imaginar a quien lo hizo.
¿Será que para Marcial,
el haber nacido en Marratxí, la tierra del barro en la Roqueta, con sus
cazuelas y siurells* tan característicos
hizo la diferencia?, me pregunto. Y sí, hay algo de creación primigenia en
convertir la tierra en elementos útiles o decorativos de uso cotidiano.
Pequeños émulos del Hacedor esos mallorquines, unidos por las manos a infinitos
y originales “colegas” en el mundo.
Y digo “originales”
porque las artesanías mallorquinas tiene su sello: casi roja como la tierra de
la que surgen y con sutiles detalles en un amarillo que permiten distinguirlas
de cualquier otras (¡y a mucha honra por modestas que sean!).
Por eso he recibido con
alegría la decisión de mi amiga María Antonia. Ella, que va a partir por mucho
tiempo a “la isla de la calma”, ha repartido en custodia sus posesiones entre
sus amigos, y a mí, a mí me ha dejado sus más caros objetos de alfarería
mallorquina. ¡Bendita sea!
No me dirán que no es
original legar por unos años a una amiga objetos que van desde una aceitera de
pico curvísimo, hasta un cacharro para guardar los ajos ventilados. Hermoso
legado.
Anoche les di la
bienvenida, al recibirlos de las manos benditas de un Mercurio o un Hermes
mallorquín. Los acaricié con la misma ternura con la que pasaba la mano por la
cabeza rapada del abuelo. Y los dispuse en el mejor y más importante sitio de
mi sala, sintiendo en mi corazón el mensaje ancestral del barro y de las manos
creadoras.
Cati
Cobas
*Siurells (silbatos
artesanales típicos)
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