viernes, 10 de junio de 2022

346- Crónica para algunos (solo algunos) baleares isleños y algunos (solo algunos) peninsulares sin memoria

 

 “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.


Cita atribuida a distintos autores según la bibliografía consultada. Entre otros, a Cicerón, Guizot, Dilthey, Ortega, Nicolás Avellaneda y George Santayana,

https://www.bibliotecapopularrafaelobligado.com.ar/

Recién llegaba a casa desde San Pedro, donde habíamos vivido jornadas inolvidables en las que primó el encuentro, el afecto y la emoción, unidos por el recuerdo de nuestros ascendientes, que emigraron a distintas tierras a comienzos del Siglo XX (como mis abuelos) y entre 1936 y los años 50 del mismo siglo (como mi padre) y encontraron en ellas la posibilidad de una nueva vida en tiempos difíciles para las Islas Baleares. Agradecidos por la cálida gentileza de los representantes de las islas que, encabezados por Francina Armengol Socias,  presidenta de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares , vinieron a acompañar el XXIV Pleno de Consejo de Comunidades Baleares en el Exterior.

Habíamos vivido esos días sin grietas de ningún tipo, nos habíamos abrazado y llorado juntos, con las imágenes de “Haciendo las Argentinas”, una hermosa película del realizador Pere Salom, en la Biblioteca Popular Rafael Obligado, habíamos inaugurado la primera parte del Molino de San Pedro con el que tanto soñamos, por el que tanto trabajamos y al que deseamos hacer un Centro de Interpretación de la Cultura Balear en el Mundo y tantas cosas más. ¡Me sentía tan feliz!

Feliz, orgullosa y cálidamente reconocida. Sintiendo que mis nietos, algún día pasarán por aquel Parque Balear y por aquel molino y se pondrán orondos gracias a la labor de ese grupo de gente agradecida a la Argentina pero con un enorme amor por sus raíces, allá en el Mediterráneo.

No me importaban los ciento sesenta kilómetros que separan mi casa en Buenos Aires de la sede de la Agrupación Mallorca, mi casa en San Pedro. No me importaba el frío ni el cansancio. Venía pensando en el próximo encuentro del grupo de conversación “Xerrem una miqueta” en el que procuramos conversar en la lengua de nuestros abuelos, en la Ciudad de San Pedro, la más mallorquina de las tierras argentinas, cada día más linda, en la próxima fiesta de San Juan, con su Quema del Demonio, en la Fiesta Nacional de la Ensaimada. ¡Qué bendición! ¡Cuánta vida me habían legado Isabel y Marcial, Miguel y Catalina, mis abuelos!

Y de repente, llegó la bofetada. Era un tiro por elevación, imagino que originado en luchas políticas.

Última Hora, un periódico mallorquín, había publicado, sin aclaraciones ni disculpas posteriores ya que me tomé el trabajo de escribirles, el siguiente comentario cobardemente anónimo, del que solo transcribiré la parte que a América se refiere:

“No hay más que ver las baldosas del suelo y el mobiliario donde reciben a la presidenta de la comunidad Balear en el extranjero…” (refiriéndose a países pobres”).

Van a perdonarme aquellos que me aconsejaron olvidar el tema. También quienes dijeron que es cosa de “odiadores cibernéticos” y que debía ignorar todo.

Estaban hablando del piso y los muebles de una biblioteca popular de 150 años de antigüedad, florecida en medio de la pampa, gracias al genio de Sarmiento y de un grupo de sampedrinos que creían en el poder de la educación cuando en Mallorca solo estudiaba un puñado de ricos.

No puedo ignorar la afrenta. El abuelo Marcial aprendió a escribir en Buenos Aires, en la escuela sindical, la abuela Isabel lo hizo de rodillas como novicia, porque en la isla era la única posibilidad que tenía, al pertenecer a una familia de payeses (y a mucha honra) y, por fin, mi padre, regresó a Argentina en 1936 y pudo estudiar lo que no había podido hasta el momento allá por mucha voluntad que tuviera.

¿Cómo no va a dolerme el comentario? ¿Cómo pueden pedirme que silencie el dolor que me causa gente que por luchas políticas, sumadas a la más supina de las ignorancias se atreve a tratarnos de “países pobres”?

Muchas veces escucho hablar, casi burlonamente, a la gente joven de aquel lado del “charco” de que en tierras de Iberoamérica continuamos con la España de “castañuela y pandereta”. Burlándose de nuestro desinteresado amor por “la otra orilla”.

Pues lo siento. Deseo de todo corazón que nunca tengan que emigrar. Que no sepan de hambre, ni de falta de escuelas,  ni de inseguridades. Que continúen disfrutando de estos buenos tiempos.

Pero sepan que si estos tiempos de bonanza cambian, y deben volver a esta América pobre y desangrada seguirán encontrando un lugar de afecto y tolerancia digno de imitar y podrán ser parte de ella.

Cati Cobas 


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