Sexalescente hecha y
derecha me arrogo el privilegio de pelear por mis deseos. Tal vez, como nunca
antes. De escucharme y buscar en mi alma lo que me hace bien, lo que me permite
seguir disfrutando de la aventura de estar viva.
Y, así como soñaba con
pisar Mallorca y vivir el Mediterráneo a pleno, otro de mis sueños era emular a
Tía Isabel, aquella sabia mujer que, contra viento y marea, subía a un ómnibus,
a pesar de reumas y dolores, y recorría la Argentina, a puro termo y mate, con
otros jubilados como ella.
Tía Isabel: ¡acabo de
aprobar “Ómnibus I”! Puede estar orgullosa de su discípula. He regresado, junto
con Alicia, mi amiga de toda la vida, de un periplo norteño inolvidable. Y he
retornado, no solamente sana y salva, sino absolutamente enamorada de mi
tierra, de mi Patria…
Porque la palabra “tierra”
adquiere en el Norte Argentino una nueva dimensión. Uno comprende al estar “ahicito”,
en esas quebradas coloridas y polvorientas, la veneración de los nativos hacia
la Pachamama (Madre Tierra) en ese sentirse pequeñito, diminuto casi, en la
contemplación del paisaje. Tanto, que se olvidan de inmediato las horas en que
no ha podido moverse de su sitio mientras el ómnibus gira y gira por la
Quebrada de Humahuaca, por la Cuesta de Lipán, por esos serpenteantes caminos,
increíblemente bien pensados…
No se ve miseria en el
Norte Argentino. Los chicos: en la escuela. Las madres, vendiendo artesanías (a
veces sospechosamente iguales), con su guagua a cuestas, cerquita del corazón
pero acariciando dignidad.
Las pircas me recuerdan
a Mallorca y sus muros de roter. No puedo evitar la analogía. El hombre,
mallorquín o coya, supo desde siempre aprovechar la piedra. En esas paredes tan
bien hechas se conjugan mis amores sin divisiones. Raíces y realidad están
juntas para siempre.
Traigo de regreso
colores y sonidos. Rojo, rosa, azules, amarillos y verdes furiosos en chalinas,
bolsos, mantas, así como en cerros increíbles. La quena, el charango, el chas
chas, el sicus resuenan todavía, y me acercan una vida muy diferente a la mía
pero absolutamente mágica.
He regresado del Norte.
He pisado el blanco de las Salinas Grandes, y no podré olvidarlo.
He subido por cuestas imposibles,
acariciado cumbres nevadas con los ojos.
He vuelto renovada. La
fuerza poderosa de la Tierra, de esta Argentina enorme me ha regalado alegrías
nuevas.
Poco a poco iremos
desgranando los kilómetros recorridos, las vivencias.
Suficiente por hoy en esta sencilla reseña de una mujer
retornada en amores y feliz de estar de vuelta en casa, con los hijos
recibiéndola en bienvenidas nuevas.
Ya contaremos más
detalles. Por hoy, guardemos esta sensación vital inigualable.
Tía Isabel: allá donde
esté, le debo una…
Cati
Cobas
2 comentarios:
Buenísimo, querida Cati, con ansia espero caticronicas de la estadia, ya me estoy divirtiendo y emocionando antes de leer.
Muchas gracias, estimado amigo anónimo, por leerme y decírmelo...
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