jueves, 6 de enero de 2011

261- “Las duplicadas”, en Madrid


¿Quién nos hubiera dicho hace cinco años, mi querida Cati, que viviríamos juntas un helado preludio de este año 2011 del brazo y por Madrid?
¿Quién me hubiera dicho que, ya madura, tendría la alegría de saber que yo no era la única Catalina del árbol genealógico y que, en Suiza, había otra homónima aunque con una “v” de diferencia , más joven pero igual de luchadora y animosa?
¿Quién te hubiera dicho que alguna vez abrazarías a esa nena que, vestida de comunión, en una foto invadía alguna de tus tardes campaneras en preguntas sobre la familia que estaba en Argentina?

Nuestro querido Sebastià no había empinado el codo para nada en el brindis posterior a la entrega de los Premios Ideas y, sin embargo, puede decir sin faltar a la verdad que vio doble durante las horas que siguieron al ágape. Éramos dos las “Catis” que lo escoltamos contentas en la noche madrileña. Y no sé él, pero nosotras estábamos como los chicos de rabona, felices, mirando la ciudad y compartiendo frío y chocolate, frío y churros, frío y picatostes, con la plena certeza de que un regalo como ése lo reciben en la vida solamente algunos privilegiados. ¡Tres primos en Madrid luego de una vida separados! ¡Tres primos sintiendo que se conocen como si hubieran compartido infancia y juegos, patios de escuela y travesuras!

Me dormí feliz. Sabiendo que era protagonista de una historia única, que tenía que servir para que todo aquel que espera cosas buenas de la vida conserve la esperanza de encontrarlas siempre que luche para ello. Por eso no me costó despertar bien temprano para acompañar en el desayuno a Sebastià, que volvía a la isla a primera hora. Pronto nos veríamos en su amado Campos…

Cati y Cati nos dispusimos, entonces, a vivir la ciudad “a tope” y a nuestro aire. Esta servidora había imaginado ese día como uno de museos. El Prado, por ejemplo. Pero su prima valía mil veces más que cualquier maja por desnuda o vestida que estuviese, podrán imaginarlo… y no había estado nunca en la villa por lo que se ofreció a oficiar de “guía“ a partir de la experiencia con Ángela y su consorte. Lástima que no tuvo en cuenta las distancias ya que, con la escala porteña todo le resultaba cerca (a ella, que no a sus extremidades inferiores).

Iniciamos el periplo madrileño en un banco con un papelón digno de quien esto escribe. Debía hacer efectivo mi premio. Los argentinos estamos acostumbrados a llevar el “parné” lo más cuidadosamente posible y mi premio debía ir con nosotras pero…¿dónde?
Un incómodo cinturón con bolsillo era el sitio elegido pero hacía tanto frío y llevaba tanta ropa que no pude encontrarlo por lo que la pobre Cati hizo malabares para introducir los euros en mi cintura escarbando entre sweater y chalinas ante los ojos desorbitados del cajero que nos miraba conteniendo la risa. Porque por más que hurgaba mi prima , el cinturón se negaba a aparecer mientras mi cara iba pasando del blanco al rosa, del rosa al bordeau hasta que, finalmente todo estuvo en su sitio dándome el aspecto de una señora mayor en estado absolutamente “interesante” (no sé si por parecer embarazada o por el contenido financiero del mencionado cinto).

A partir de ahí: la ciudad, para nosotras. Atocha, con su jardín de plantas y los ecos de dolores impensados, las calles principales, el Palacio Real y la Almudena, nos vieron pasear sintiéndonos parte del “Hola” de Leticia y su real boda. Nuestros pies avanzaban resueltos a pesar de las pocas horas de sueño y, llegando al Parque de la Montaña resolvieron treparnos hasta el Templo de Debod.
¡Mejor no lo hubieran hecho! Mi duplicada, joven, no tuvo inconveniente en trepar, subir y bajar lo que hubo que trepar bajar y/o subir. Pero esta servidora ya iba dejando sus restos en los escalones y clamaba por descanso preguntándose cómo no había advertido su cuenta kilómetros personal la magnitud del esfuerzo emprendido…
A pesar de ello, llegamos a la cima para descubrir las fuentes que rodean al templo absolutamente heladas y para contemplar una vista maravillosa de la ciudad desde esa altura.

Pensar que ese sitio emblemático fue asiento de un cuartel militar, “un vasto edificio de ladrillo y granito, estructurado en torno a una planta rectangular con dos grandes patios interiores. Sus dependencias incluían cuadras, cuartos de banderas, cocinas, y hasta una prisión. El 18 de julio de 1936, el general Fanjul, militar encargado de sublevar Madrid, se hizo fuerte en este cuartel junto con 1500 de sus hombres y unos 180 falangistas mandados por Sarrión y Garcerán, siendo asaltado dos días después por el pueblo de Madrid, tras lo que quedó prácticamente destruido.” Y, actualmente, es el enclave del Templo de Debod, donado por Egipto a España en agradecimiento por su ayuda para la conservación de edificios históricos durante la construcción de la represa de Asuan.

¡Qué extraña sensación la que se vive en una ciudad tan llena de historia! Uno siempre tiene deseos de conocer más, de aprender sobre recovecos y escondites. Pero ese mediodía debimos dejar los recorridos (mis pies, felices, felicísimos) porque Jorge (de Ángela) nos esperaba, al pie del oso y el madroño para almorzar juntos.

Deberíamos preguntarle a Cati como se sintió al conocer en persona al socías de Banderas o, tal vez, a Jorge, qué tal le resultó comer tantas cosas ricas viendo doble. Lo cierto es que fue un buen momento el del almuerzo y creo que los tres nos sentimos comodísimos.

Ya no hubo más. Mi prima debía retornar a su lago y a su ciudad nevada, a su esposo e hijos y nosotros, a Mallorca.

Hubo abrazos y la convicción de que ésta no sería la última vez que disfrutaríamos una de la otra. Sentirnos “duplicadas” no solamente en nombres sino en temperamentos y actitudes de vida a pesar de distancias y diferencias es una sensación que merece repetirse.

Y ahora ya sabemos que la vida también lo sabe y se encargará de ello.

Cati Cobas

4 comentarios:

Melina dijo...

Qué lindo volver a leerte después de tanto tiempo, Cati.

Beso enorme.

Melina Cavalieri

caticobas dijo...

Y reencontrarte, melina...Un abrazo enorme.

Anónimo dijo...

Me alegro de que lo pasaséis tan bien, ojalá hubiese podido estar con vosotras o veros "per un foredet"

Cati Suissa, ens hem de veure més, que això no pot esser

Abraçada a ses dues, Angela Covas

CATI COBAS dijo...

Quién te dice...algún día podemos pasear las tres...Un abrazo gigante.