Mercedes nació con el Mundial 86. La “guardamos” en el baño porque saltaba en el cochecito al compás de los ecos de la celebración.
Fernando, en 1991, y desde siempre quiso celebrar y no pudo. En octavos nos volvíamos. Y había que guardar la camiseta albiceleste para la próxima.
Ahora ya son grandes. Y es una alegría palpitar con ellos cada partido aunque yo no sea particularmente “futbolera”.
Preparar la “picadita”, sufrir, rezar, abrazarnos felices, llamar a su tía Silvia al terminar el partido, en una cábala familiar que, desde tiempo inmemorial, nos une, nos acerca.
La verdad, no puedo creer que haya compatriotas que le den a esta celebración un tinte político y deseen que perdamos. Me asombra, me deja boquiabierta.
Desde esta humilde tribuna, hago votos porque recapaciten y, como dice el papá de mis hijos, “no mezclen el chorizo con la velocidad”. Lo único que falta es que se unan a Máxima y se vistan de naranja…
Solo se trata de jugar, solo se trata de rescatar una alegría genuina que nos tiene que convertir en uno solo.
Unámonos, aunque sea por dos semanitas, sin pensar en costes políticos. Unámonos, en la sencilla alegría de jugar y tener la esperanza del “de a poco y todos juntos” que predica Sabella, mal que le pese a algunos periodistas depresivos.
Y si nos vence Holanda, demos por bien ganado lo ganado. Es mucho más de lo que Fernando pudo celebrar hasta ahora, con sus veintitrés años.
¡Vamos Argentina todavía!
Cati Cobas
2 comentarios:
Pues hasta aquí llegamos! Un honroso segundo puesto mundialista. Alegría y seguridad de que el equipo puso todo en la cancha. Un abrazo lleno de alegría y con cariño para ti.
Gracias, muchas gracias, Rosa María...
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