A Susana Delgado, mi compañera de la escuela primaria, que me pasó los datos…
La palabra. Siempre vuelve la palabra. A veces, como emoción. Otras, como recuerdo. Y algunas, como gozosa curiosidad. Este es el caso de hoy.
Mi mail se abrió, y como en la Caja de Pandora aparecieron ellos, patrocinados por un señor llamado John B. Rathbone, en una página que se llama “vida positiva.com”. Vocablos lunfardos o expresiones y refranes hispanos que se han tornado universales. Todos ponen una sonrisa en nuestros atribulados espíritus. Y me han devuelto las ganas de contarlos. Porque muchas veces los empleamos sin saber de dónde vienen. Y aquí encuentran una historia, una explicación. De ahí el título de la crónica. Si no son ciertos los orígenes, no importa, la fundamentación que sostiene las palabras y expresiones es verosímil, y estoy segura de que hará las delicias de mis lectores, como ha hecho las mías.
¿Qué dirán mis lectores españoles si leen, verbigracia, la siguiente oración?
“Un croto, que descendió de un bondi, parecía no querer más Lola”.
Seguramente implorarán por un traductor inexistente. La oración significa por estos pagos que un señor mal entrazado descendió de un ómnibus y parecía moribundo o acabado. ¡Menudo entuerto del lenguaje! ¿Cierto?
Pues bien, según Rathbone, la palabra“croto” se la debemos a un Ministro de Obras Públicas y Transporte, de apellido Crotto. Este buen señor implementó una especie de certificado de pobreza que permitía a quien lo portaba viajar gratis en los tranvías y trenes, allá por los años veinte del siglo pasado. Actualmente por esta orilla del Plata llamamos así a aquellos que van muy mal ataviados, pareciendo pobres de solemnidad.
En cuanto al “bondi”, nos copiamos de los brasileños que denominaban “bondi” al boleto, derivando el vocablo del inglés “bond”. Aquí, como somos perezosos, extendimos la denominación del boleto, al colectivo (u ómnibus) y por eso , nos tomamos, esperamos o vemos cómo se nos escapa “el bondi”.
Y decimos que el “croto” “no quería más Lola” porque parece que, también cuando despuntaba el siglo XX, en nuestros hospitales daban galletas de esa marca a los internos y cuando no querían más era porque habían partido de este mundo. No me digan que no es un dato por lo menos curiosísimo…
Y ahora, pasemos a la Península Ibérica, a ver si logramos distraerlos de los vericuetos político-electorales que los tienen atribulados.
Propondré a algunas sufridas esposas peninsulares que no se pongan más locas que una cabra si su esposo ha decidido ponerles los cuernos viviendo un viva la pepa hasta que las velas no ardan. Consideren, amigas, pensando ahora en rioplatense, que a cada chancho le llega su San Martín…
Aclaremos la oración para que no continúe oscureciendo. A partir de ahora sabremos que mientras los corderitos se portan bien y no se escapan lejos de la autora de sus días, los cabritos sí lo hacen, provocando que las madres cabra se vuelvan locas buscándolos como algunas progenitoras hemos debido hacer alguna vez con nuestros escurridizos vástagos. En cuanto a los cuernos, parece que los señores feudales los colgaban en la puerta mientras se estaban cobrando el derecho de pernada (“¡Menudos tíos”, diría mi sobrina Ángela). Y con respecto a las velas… en tiempos en que no había relojes, las madamas entregaban a sus clientes una vela del largo correspondiente al tiempo por el que habían pagado los servicios amorosos de sus pupilas. Olvidaba aclarar que al decir "viva la Pepa" hacemos referencia a "al grito que usaban los liberales españoles en adhesión a la Constitución de Cádiz, promulgada el 19 de marzo de 1812, en la festividad de San José Obrero. Como a los José se los apoda Pepe, en vez de decir 'viva la Constitución' -lo que conllevaba llegar a ser reprimidos- los liberales gritaban 'viva la Pepa'. Hoy, en Argentina, su significado se ha desvirtuado y se parece a 'piedra libre'."
Pero tranquilas... Porque lo del chancho y San Martín significa que el marido infiel tendrá su merecido. Aquí se celebraba la fiesta de San Martín de Tours, patrono de Buenos Aires, todos los 11 de noviembre asando un cerdo por lo que estamos diciendo que “a todos les llega en algún momento la compensación por sus buenos o malos actos.”
Ahora los dejo, por hoy, llevándome mis bártulos de palabras a otra parte. Ya que ““atar los bártulos” alude a Bártulo de Sasso-Ferrato, jurisconsulto de la Edad Media, profesor de Derecho en Pisa, Bolonia y Padua, cuyas obras -contenidas en trece volúmenes- sirvieron de base de estudio durante tres siglos. Los estudiantes tomaban nota de ellas y luego ataban esos apuntes, a los que llamaban bártulos, para que las hojas no se les perdieran. Hoy la expresión alude a preparar una mudanza.”
Eso sí, espero no verme muy crota al subir al bondi y, sobre todo seguir queriendo Lolas por mucho tiempo, para beneplácito o tortura de mis sufridos lectores.
Cati Cobas
2 comentarios:
Cati, preciosa, como de costumbre, me hiciste reír y felicitarme por quererte. GavYola
Un honor, Socorro, haber puesto una sonrisa en tu mañana...Un abrazo enorme.
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