Los dueños de casa habían hecho todo lo posible para que ella no lograra su cometido. Rejas con agudos pinches evitarían las intrusiones.
Sin embargo, al levantar la vista, comprendí que todos los recaudos habían sido inútiles.
La paloma estaba allí, en la moldura sobre la ventana, alimentando a sus pichones. Había construido un nido amoroso tejido de ramitas trenzadas entre la reja y el muro. De “prepo”, como esos ocupas que toman por la fuerza las casas abandonadas en mi ciudad.
Y como ocurre con los ocupas, casi nadie reparaba en ella ni en sus hijos mientras ella seguía, muy oronda, llevando y trayendo alimentos en el pico.
Todo un canto a la vida entre el verde de los árboles de aquella calle de Palermo una mañana cualquiera de diciembre en Buenos Aires…
Cati Cobas
Muy bonito, es verdad que es un canto a la vida.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, José, has sido muy amable. Me alegra mucho si te gustó.
ResponderEliminarEXCELENTE!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarUn pequeño Gran Texto
Muchas Gracias por deleitarnos con tús escritos
Susana