Una nunca sabe del todo quién la lee. Pero a pesar de eso sigue escribiendo. Compulsión, catarsis, llámenlo como quieran los lectores, lo cierto es que una ya no puede vivir lejos de su teclado muchos días y en momentos como el presente, en que el ídem exige atención, una anda buscando cinco minutos de oro para pensar en voz alta y traducir en la pantalla sensaciones, alegrías y…fastidios.
Sí, esta crónica es fastidiosa porque estoy francamente fastidiada. Ya verán por qué.
Como saben, yo vivo en “La Argentina” , según dice el fotógrafo y diseñador mallorquín Tomeu Ozonas que los argentinos denominamos, ampulosamente, a nuestro país. Y “La Argentina” se ha caracterizado siempre por basar su economía en la naturaleza, en la producción vegetal y animal. Somos un país en que la flora y la fauna influyen de manera vital en todos los órdenes. Dependemos del trigo, de la soja, de las vacas, de la leche, de sequías y aguaceros como pocos en el mundo, pero ahora, estos temas “naturales” han llegado a la ciudad y están cobrando tanta importancia, nos hacen vivir tan mal que por lo menos quiero buscar alivio en la palabra, a ver si el Gobernador de mi Ciudad, el amigo Macri, se vuelve amante de mis crónicas y hace algo para calmar a ésta, su perturbada autora.
Retomando los conceptos vertidos en el párrafo anterior, “La Argentina” no puede escapar al concierto mundial de las naciones, concierto muy desafinado desde hace infinidad de años, razón por la cual fuimos uno de los primeros países en dar la nota, ya que en los meses de invierno, la Gripe A hizo estragos por estos lares. Hasta nos dimos el lujo de cerrar las escuelas por un mes. Seguramente nuestra “excelencia educativa” lo permitía con creces. Así pudimos agregar a la influencia de los chanchos (cerdos, para mis primos), con su gripe porcina, una dosis de “burricia” consuetudinaria, que estará haciendo revolver en su tumba al pobre Don Domingo Faustino (Sarmiento). O sea que estos meses han venido marcados por el estigma de la fauna (cerdos y pollinos). Marcados por el temor a extinguirnos o a enfermarnos a causa de un “sus scrofa” y su influencia viral, marcados por el alcohol en gel y los barbijos y la mirada sospechosa hacia todo aquel que intentara estornudar a nuestro lado.
Pero aquí no terminan nuestros problemas con el Reino Animal, mis estimados…
La amenaza de la Gripe A, por más que deviniera en aulas vacías e ignorancia, no dejaba de tener una cuota de charme, de savoir faire universal. Ahora llegó la primavera y, pronto lo hará el verano. Y entonces, suenen trompetas y tambores, porque está haciendo su ingreso triunfal por estos pagos Su Majestad, Aedes Aegypti, ¡el mosquito trasmisor del Dengue!
Y acá sí “se pudrió todo” (perdonen la expresión, son las influencias de Maradona y sus declaraciones futbolísticas). Porque estar sometidos a los vaivenes de enfermedades como la malaria, el dengue y tantas otras que hasta ahora pululaban por otras latitudes es algo que los porteños no podemos entender. Cambios en el clima, que nos están acercando al trópico, falta de higiene y de control en la vegetación hacen que el mosquito esté aquí nomás, acechando nuestras vidas de por sí bastante complicadas.
Según Wikipedia: “El mosquito es una especie diurna, con mayor actividad a media mañana y poco antes de oscurecer. Vive y deposita sus huevos en los alrededores e interior de las casas, en recipientes utilizados para el almacenamiento de agua para las necesidades domésticas y en jarrones, tarros, neumáticos viejos y otros objetos que hagan las veces de envase de agua. Su capacidad de vuelo es de aproximadamente 100 m ; aunque la hembra si no encuentra un lugar adecuado de oviposición alcanza un vuelo de hasta 3 km, por lo que el mosquito que pica es el mismo que uno ha «criado». Transmite el dengue y la fiebre amarilla.
Toda persona que es picada por un mosquito infectado puede desarrollar la enfermedad, que posiblemente es peor en los niños que en los adultos. La infección genera inmunidad de larga duración contra el serotipo específico del virus. No protege contra otros serotipos y posteriormente puede exacerbar el dengue hemorrágico.”
¡Me quiero ir a la Antártida! Pero seguramente por allá habrá algún otro problema con la fauna, y eso que no soy (perdonen, compatriotas) de los que odian a los “pingüinos“, en una época en que muchos conciudadanos no pueden ni oírlos nombrar…
Me quiero ir a la Antártida, digo, porque por acá, por mi barrio, el Aedes debe estar engordando como un chancho, (un chancho que no haya sido afectado por la gripe A, por supuesto) y preparándose para atacar en cualquier momento...
El otro día, al llegar al Parque Chacabuco, tuve que rascarme los ojos porque pensé que deliraba o que había sido trasladada por alguna nave espacial a los Esteros del Iberá: ¡el pasto medía un metro! Y los mosquitos revoloteaban por doquier.
Pregunté a la gente encargada de mantenimiento y me contó que nuestro Gobierno Porteño (entiéndase bien, el Niño Mauricio y sus acólitos) enviaría la dispendiosa cantidad de ¡veinte litros de combustible! Combustible destinado a alimentar a las cortadoras de pasto encargadas de podar una superficie de ¡veinticinco hectáreas! Durante el mes de noviembre.
Caminando de regreso a casa me preguntaba, sintiendo la amenaza de extinción en cada uno de mis huesos, si Macri estará por sacar una ley por la que los humanos dejemos de ejercer el ciudadano derecho de votar, cediéndolo para siempre a los mosquitos porque con la política de mantenimiento de plazas y parques barriales, los aedes van a adueñarse de nuestras vidas y serán los únicos que podrán votar en las próximas elecciones.
Y el Reino Animal se habrá impuesto definitivamente en Buenos Aires.
Cati Cobas
Como extrañaba esas Caticronicas sobre nuestro "Buenos Aires querido" y su gente.... en este caso con un mensajito para "el alcalde"; tengo mis dudas que la Cronica llegue hasta Barrio Parque...pero no hay que perder la Fé,jajajaa
ResponderEliminarIronias aparte, Cati, sabes cuanto se disfrutan !!!!!!!!!. vamos, que creo que en esta etapa tenés material más que amplio para que puedas deleitarnos.
Un abrazo
Muchas gracias, Susana. Te la dediqué, precisamente , porque cuando la escribía pensaba en que te iba a gustar...Un abrazo de Cati
ResponderEliminar