domingo, 9 de octubre de 2011

279- De grises, en domingo


Una blanda llovizna cubre el barrio de grises en esta mañana de domingo. Es octubre, y la melancolía amenaza con hacerme prisionera.
Sin embargo, los techos de Cafferatta brillan en rojos intensos y, junto a los brotes verde claro de los árboles en primavera, trabajan para la alegría mientras prometen el calor del verano que se acerca.
El mate está calentito. En la radio suenan canciones argentinas. Tangos, milongas, zambas. Me ha costado encontrar una radio dedicada a nuestra música pero el que busca encuentra siempre.
Castillo, Tita, Los Chalchas, Piazzola me acompañan. ¡Qué hermosa es nuestra música! ¡Qué poéticas sus letras! Alguna lágrima en los tangos, picardía en las milongas y la música del campo, con tantos ritmos diferentes. Igualito que en la vida. A veces nos toca chamarrita y otras, alguna chacarera o un tangazo bien florido. Y hay que bailarlo, aunque las tabas ya no sean las de los quince (bueno, la verdad, si hablamos literalmente, ni a los quince las mías resultaban bailarinas, no vamos a pretender que ahora se vuelvan las de Norma Fontenla).
Una golondrina viene a cobijarse en el alero de la ventana. Parece que ella sí aleteara al compás de Adiós Nonino.

Una silenciosa llovizna cubre de grises el asfalto. Es octubre y la melancolía amenaza con hacerme prisionera.
Sin embargo, “El último organito” resuena en mis oídos, con aire de cajita de música mientras espío a las vecinas que van por el pan y la factura. El pibe que vende periódicos en la esquina acaba de vender el último diario, y puede irse a casa por fin. Para él, en un ratito, será la cama calentita después de varias horas mojado y aterido.
El mate está cada vez más rico. “Tararí tararará” canta ahora Guillermo Fernández, y me dan ganas de acompañarlo con mi voz desafinada.

Una transparente llovizna cubre mi ventana de grises esta mañana de domingo. Es octubre y la melancolía amenaza con hacerme prisionera.
Pero un valsecito criollo se mezcla con las risas de un grupo de chicos que están volviendo del baile justo a tiempo como para que sus padres no se mueran de angustia y de desvelo.
El mate está “lavándose”. Mientras cambio la yerba, un rayito de sol se cuela entre los grises. Es octubre. Pronto llegará el verano. Acaban de dejarme el diario del domingo en el umbral. En la radio “Viene la pastora en la majada, a la que nadie le conoce ni una queja, solo va con sus ovejas con su tarararará…”

Evidentemente, se pueden hallar antídotos frente a los grises de esta llovizna blanda, silenciosa y transparente.

Sí, amigos: un mate calentito, con yerba renovada, el diario en el umbral, la vida al alcance de la mano y tararararí tararará…

Cati Cobas

3 comentarios:

  1. Cati, qué hermoso texto. Hay otra madurez en los últimos. Besos. Miri

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  2. Gracias, Miri...es que me mirás con buenos ojos...

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  3. Yo se de que estas hablando, es una melancolía muy poética, la vestes muy bien.

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