viernes, 19 de marzo de 2010

244- En el Túnel del Tiempo (o el Facebook y las sexagenarias)


Durante muchos años las mujeres de mi generación nos mantuvimos al margen del mundo computado, hecho de palabras desconocidas, como números binarios, software, hardware, email y tantas otras y nos dio en pensar que HTML era la sigla de alguna asociación internacional extraña, de la que no teníamos conocimiento. Esto ocurría cuando chatear parecía un tanto pecaminoso y el único correo conocido era el de papel, sobre y sucursal a pocas cuadras de la casa, con cartero incluido, por supuesto.

Después, poco a poco, tímidamente en un principio y en forma absolutamente osada y compulsiva a continuación, nos fuimos volviendo cibernéticas, computarizadas y el mouse, el teclado y la pantalla se convirtieron en objetos familiares, queridos y, a veces, hasta imprescindibles.

Una se levantaba , se cebaba un matecito, y se sentaba ante la compu a ver qué decían los amigos o familiares a través del Messenger o el Skipe. Y una se sentía parte del know how, de la más moderna modernidad, aunque dentro de cánones tranquilos, lógicos y previsibles, sintiendo simplemente que -¡por fin!- había pasado a formar parte de la época globalizada a la que las sexagenarias nos tuvimos que integrar con asombro y estoicismo.

Hasta que apareció el Facebook. Y se pudrió todo.¡Sí! ¡Se pudrió todo! Algunos le atribuyen características de gran ojo solo apto para espiar y controlar a los humanos, otros, dicen que es una tontería más de las muchas que pululan por la web. Pero con solo poner un nombre en el teclado, uno de los tantos nombres que, por distintas razones llevábamos guardados en algún rincón del alma, comienzan a brotar de la pantalla caras amigas de la infancia, compañeras de la primaria o el secundario y, quizás, hasta aquel muchachito que nos arrastraba el ala al compás de Neil Sedaka en el Centro Montañés.

Y si bien “El Túnel del Tiempo” deja ver arrugas, tintura, huellas de embarazos, padres ajenos que se recuerdan con cariño y ya no están o son viejísimos, para nosotras es como si estuviésemos todavía en penitencia detrás del escritorio de la señorita Sarita en aquella aula de Primero Inferior o prestándonos Mujercitas, con las tapas amarillas de la colección Robin Hood, en el recreo. Es genuino regocijo, enorme alegría por ver que estamos vivitos y dando guerra. Buscando en los rasgos del hoy a aquel o aquella que se sentó en el pupitre de al lado y compartió con nosotras arroz con leche o farolera tropezada. Y le escribimos, y nos responde, hasta sentir que nos hemos quedado sin palabras, que la vida nos llevó por distintos rumbos y es difícil reanudar de repente lo que quedó trunco en 1960 ó 1965. Pero, tercamente, seguimos intentando , contándonos hijos y nietos y ocupaciones y dolores y alegrías y…

Y nos mandamos presentaciones de power point, y nos comentamos las fotos y llega la hora de las confesiones que van dejando lugar al …”es como si fuese ayer…” y en muchos casos al ¿y si nos juntamos?

Nuestros hijos dirán que más que “El Túnel del Tiempo” , el Facebook nos hace vivir El Regreso de los Muertos Vivos pero a nosotros, estos reencuentros nos hacen sentir más vivos que nunca, precisamente en el momento en que estamos jubilándonos, entrando, supuestamente, a la Tercera Edad (¿Qué es esto de escalafones a la vida?, me pregunto.)

¡Bendito Facebook! Me ha traído la dulzura de Betty, la chispa y picardía de Graciela, la serena calma de Susana y el sabor inolvidable del chocolate de los cumpleaños de Norma en el barrio Cafferatta…

¡Bendito Facebook! El patio de la escuela, el vasito de plástico plegable, la cara super pintada de la Señorita Russo con su Torna a Sorrento en falsete bien impostado y el caoba impecable de la Señorita Aurelia, la “vice”, que nos hacía poner en fila para cantarle a Mi Bandera.

Nada de “muertos vivos” . Las “chicas” de la 17 del 8° estamos comenzando a organizar un encuentro en carne y hueso. Porque sí, para vernos, para contarnos la vida en vivo y en directo, porque “todavía cantamos”, como dice la Negra.

Cuando lo hayamos logrado y entremos todas juntas a “la escuela de Estrada“, les cuento el próximo capítulo, pero seguro que si lo hacemos, vamos a poner en algún rincón del patio una plaqueta de agradecimiento a quien inventó Internet y más especialmente el Facebook y su magia de reencuentros imposibles.

Cati Cobas

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