Así le proponía, en ese caso con un travieso doble sentido, la actriz Noemí Alan a “Don Mateo”, el peluquero que encarnaba Jorge Porcel, semana a semana, en un programa que fue un éxito de la televisión argentina, a mediados de los setenta del siglo pasado, de ahí que me pareciera muy oportuno utilizar esa frase para titular ésta, la crónica de mis vivencias como la Oriana Fallaci de la mallorquinidad inmigratoria.
El 15 de octubre del año pasado mi computadora me deparó una más de las muchas sorpresas que me ha deparado hasta ahora. El periodista argentino Javier Merás junto con el fotógrafo mallorquín Tomeu Ozonas querían hacerme un…¡reportaje! La entrevista que me proponían sería piloto de una serie de reportajes breves a gente relacionada con Baleares que vive o pasa por Argentina y se publicaría, si se lograba que la propuesta fuera aceptada, nada más ni nada menos que en El Diario de Mallorca.
Según Javier, el interés se debía, entre otros factores, a que mis crónicas sobre inmigración eran super-frikies o friquis, elijan ustedes y tenían, además, buena acogida en la comunidad balear, a través de la página de la Fundación Balear Exterior y otras publicaciones también de origen balear.
Como se imaginarán, lo primero que hice fue sumergirme en Wikipedia para enterarme de que friki o friqui (del inglés freak, extraño, extravagante, estrafalario, fanático), es un término coloquial, peyorativo en algunos casos, no aceptado actualmente por la Real Academia Española, usado para referirse al individuo de apariencia o comportamiento inusual, que se muestra interesado u obsesionado en un tema muy específico del que se considera fanático. Estos temas, conocidos como cultura friki, suelen estar centrados en la ciencia ficción, la fantasía, el manga, el anime, los videojuegos, los cómics y la informática.
De inmediato pensé… “¡Cómo este par de “muchachos” (para mí son dos jovenzuelos) osaba decretar que mis crónicas eran extrañas, extravagantes, estrafalarias!” pero inmediatamente me sentí muy orgullosa. Mi vanidad tradujo esos términos aplicados a ellas, convirtiéndolas en “originales“, “diferentes” , mientras mi ego, alimentado por sesenta años de hija única se sintió, con la nominación, más feliz que Carmen Barbieri con la Estrella de Mar (una actriz y cantante argentina que hizo demasiado alboroto por un premio relativamente significativo).
A partir de ahí comenzaron los preparativos, porque, ya que una iba a pasar a la posteridad periodística, lo menos que podía pedirse era que el hecho la tomara en condiciones. Debí morderme la lengua varias veces para no contar en la peluquería el objetivo de tanta chapa y pintura y hacer otro tanto con algunas vecinas, ya que cada vez que me encontraba con una en el ascensor, me tentaba decirle: “¿Sabe? Me van a venir a ver dos reporteros de Mallorca… mis crónicas están trascendiendo… es que evidentemente, nadie es profeta en su tierra…” pero me daba cuenta de que la señora del 5° estaba más preocupada por la pérdida de agua que debía ocuparme de arreglar en su casa, en mi calidad de integrante del Consejo de Administración, que de mi ingreso a la fama internacional y por lo tanto, me abstuve de comentarios y autobombo, si bien algo de alegría extra debían rezumar mis “discretos” incisivos, pero eso sí, con un silencio modesto de toda modestia, como corresponde a alguien a acostumbrado a las mieles de la fama.
…Y llegó el día: Tomeu y Javier traspusieron la puerta, y no pude evitar (aunque me abstuve también de expresarlo en voz alta) la evocación de quienes fueron aquí, en la Argentina, en la misma época del Don Mateo del introito, una sátira risueña y entrañable de las parejas de reporteros. Porque, díganme, amigos, cómo le explicaba al mallorquinísimo Tomeu, con su mágica bati-cámara, quién había sido “El Preso” en nuestra TV. ¿Y cómo tomaría Javier la referencia a “La Voz del Rioba” y a su “colega” , el popular “Minguito Tinguitela”? Javier tiene un gran sentido del humor, pero así y todo, pensé que lo mejor era evitar referencias más friquis que mis crónicas, y así lo hice.
Sin embargo, cada vez que Tomeu se agachaba, subía o bajaba en pos de una toma diferente, yo no podía evitar el recuerdo de “El Preso”, que encarnado por Vicente Larrusa, nos hacía reír mientras se trepaba al sofá del entrevistado, para obtener una toma alucinante.
Eso sí, compadezcan los lectores a esos dos esforzados reporteros, porque si bien tuve la delicadeza de no hacer referencias televisivas, deben haberse ido de casa…a-go-ta-dos con mi persistente e irrefrenable locuacidad de la que todavía, a cuatro meses del infausto momento (para ellos) me sigo lamentando. Como parte positiva, reconozcamos que material, lo que se dice material para la nota, Javier tuvo de sobra y convengamos en que, mágicamente, como un excelente periodista, lo concretó en su artículo con una síntesis digna de mejor causa.
En cuanto a Tomeu, no es fotógrafo… es mago. Porque tuvo la generosidad de enviarme las fotos obtenidas… y me veo más linda que Merryl Streep en “El Diablo viste de Prada”. ¿Qué pensaron? Ya estoy en el tiempo en que debo compararme con Susan Sarandon o la Streisand, no voy a pretender verme como Angelina, sería demasiado, por muy bueno que sea el autor de las fotografías.
La cuestión es que desde hace cuatro meses entro todas las semanas al Diario de Mallorca, con la esperanza de que el producto de tanto esfuerzo se vea coronado con su concreción en papel en el Suplemento La Almudaina, para que así pueda poner en el hall de casa (¿o mejor en los ascensores?) unas cuantas fotocopias de mi conversión en la Falacci argentomallorquina gracias a la pluma de Javier Merás y a la lente de Tomeu Ozonas. Aunque, por ahora, no he logrado encontrar publicado “Il Reportaggio”, pero como la esperanza es lo último que se pierde…
Cati Cobas
Jaaajajajaja, Cati,sos única en tú estilo, tus caticronicas como la que he leido hoy, divierten y sacan una más que sonrisa hasta a un muerto....
ResponderEliminarPublica las fotos !!!!!!!!!!!
Un abrazo
Tu fana número uno
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ResponderEliminarGracias, Susana, lectoras como vos hacen que no deje de escribir. Un abrazo.
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